El Verano de Estrellita
Era pleno verano y la pequeña Sofía disfrutaba de sus vacaciones en la playa. Con su gorra y su pala de juegos, no había nada que le gustara más que construir castillos de arena y buscar conchas. Un día, mientras jugaba, su atención fue captada por una luz brillante que descendía del cielo. Sofía dejó su pala y corrió hacia el lugar donde la luz había aterrizado.
Cuando llegó, se sorprendió al ver una pequeña nave espacial y, justo al lado, a un extraño ser. Era un extraterrestre de color verde claro, con grandes ojos que brillaban como estrellas.
- “Hola, soy Estrellita, vengo de un planeta lejano”, dijo el extraterrestre con una voz suave y melodiosa.
Sofía, al principio, se asustó, pero la curiosidad la llevó a acercarse.
- “¿De verdad? ¿De dónde venís? ”, preguntó Sofía emocionada.
- “De un lugar llamado Luvela. Allí la arena es de colores y el agua brilla como el sol”, explicó Estrellita. “Decidí venir a la Tierra porque quería conocer nuevas amistades”.
Sofía, fascinada, no podía creer que había encontrado a un verdadero extraterrestre. Ambas comenzaron a charlar y a compartir historias sobre sus mundos. Estrellita le mostró cómo volar suavemente usando su nave, mientras Sofía le enseñaba los juegos de la playa.
Pero, sin darse cuenta, el tiempo pasaba volando y el sol comenzaba a ocultarse. Sofía se sintió un poco triste.
- “No quiero que te vayas, Estrellita. Ya somos amigas”, dijo Sofía con una lágrima en los ojos.
- “No te preocupes, Sofía. Siempre llevaré un pedacito de tu mundo conmigo. Prometo volver”, aseguró Estrellita mientras se preparaba para partir.
Con un último abrazo, Sofía se despidió de su nueva amiga mientras la nave despegaba hacia las estrellas. Desde aquel día, Sofía miraba al cielo todas las noches, esperando volver a ver a su amiga.
Pasaron los días y Sofía aprendió sobre la importancia de la amistad, no importando de dónde se venga. Comenzó a hacer nuevos amigos en la playa, quienes también se unieron a sus juegos, y juntos empezaron a explorar las maravillas del mar.
Un mes después, cuando el verano estaba por acabar, una noche iluminada por la luna, Sofía vio nuevamente una luz brillante en el horizonte.
- “¡Es Estrellita! ”, gritó llena de emoción. Y efectivamente, su amiga apareció de nuevo, trayendo consigo un pequeño regalo: una concha que brilla como las estrellas.
- “La encontré para ti, para que siempre recuerdes que la amistad no tiene fronteras”, dijo Estrellita.
Sofía sonrió con alegría y le respondió:
-
FIN.