El Verano de la Amistad Justa
Era un radiante verano en el barrio de Los Sindalros, donde vivían cuatro amigos muy diferentes entre sí: Lía, la soñadora artista; Tomás, el inventor curioso; Sofía, la apasionada activista; y Benja, el amante de los deportes. A pesar de sus diferencias, siempre encontraban formas de divertirse juntos. Pero un día, algo inesperado sucedió que cambiaría su verano y los unirá como nunca antes.
Todo comenzó cuando, al salir de la escuela, los chicos encontraron a su vecino Don Carlos enojado. Él era un anciano amable que siempre les contaba historias maravillosas. Pero ahora tenía un problema serio.
-
¿Qué pasa, Don Carlos?
- preguntó Lía, mirando preocupada.
-
Los nuevos dueños de la casa de al lado están construyendo una gran pared que me bloquea la vista del hermoso jardín que tenía. ¡Es un abuso!
- respondió Don Carlos con nostalgia.
Los amigos miraron entre sí, pensando en cómo ayudar a Don Carlos. Sofía, con una chispa de determinación en sus ojos, dijo:
-
¡Podemos hacer algo!
-
Sí, pero ¿qué podríamos hacer? - se preguntó Tomás, que ya estaba imaginando su próxima invención para solucionar el problema.
-
Podemos organizar una reunión en la plaza y contarle a todos sobre la injusticia que le están haciendo a Don Carlos. Tal vez juntos podamos hacer que escuchen nuestra voz- añadió Sofía.
A todos les pareció una idea excelente, así que se pusieron manos a la obra. Lía decidió pintar carteles coloridos, mientras que Tomás utilizó su ingenio para crear una pequeña máquina que haría ruido durante la reunión para llamar la atención de la gente. Benja estaba emocionado de organizar una demostración con su equipo de fútbol, ¡hacer ruido y jugar al mismo tiempo!
La fecha de la reunión llegó y los cuatro amigos se sintieron nerviosos pero emocionados. La plaza se llenó de gente y, con un megáfono, Sofía comenzó a hablar.
-
¡Hola a todos! Estamos aquí para hablar sobre una injusticia que le están haciendo a nuestro amigo Don Carlos. Todos tenemos derecho a disfrutar de lo bello, ¡y no podemos quedarnos callados!
Mientras Sofía hablaba, Lía mostró sus carteles pintados. Sorprendentemente, la gente comenzó a unirse a ellos. Don Carlos observaba desde un lado, con lágrimas de emoción en sus ojos.
Algo había cambiado en el aire: de repente, la gente se unió a su causa.
-
Es verdad, ¡no podemos dejar que lo traten así! - gritó alguien del público.
-
Sí, ¡vayamos todos a hablar con ellos! - corearon otros.
El entusiasmo creció y decidieron marchar hacia la casa de los nuevos dueños. Allí, en la vereda, se encontraron con una gran sorpresa. Los nuevos dueños eran una madre soltera y su hijo, que apenas habían llegado al barrio y no tenían idea de lo que estaba pasando. Al ver la multitud de personas con carteles, miraron confundidos.
-
¿Qué está pasando aquí? - preguntó el chico, de aproximadamente la misma edad que Benja.
-
Don Carlos necesita ayuda, no es justo que lo dejen sin su vista - explicó Lía apasionadamente.
La madre, sorprendida, se acercó a Don Carlos y se disculpó. Ella contó que su intención no era causar problemas. Por el contrario, necesitaban privacidad. Después de mucha conversación, los amigos encontraron una solución justa:
-
¿Qué les parece si plantamos árboles juntos para que Don Carlos pueda tener su vista a cambio de un poco de espacio? - sugirió Tomás.
Todos estuvieron de acuerdo, y así fue como se llevó a cabo un hermoso proyecto comunitario durante el verano. Los amigos, junto a los vecinos, plantaron árboles entre las casas, creando un lugar verde y lleno de vida.
Al final del verano, Don Carlos no solo recuperó su vista, sino que también hizo nuevos amigos entre sus vecinos. La lección aprendida fue más grande que ellos mismos; aprendieron el valor de la justicia, la importancia de alzar la voz y que, a pesar de sus diferencias, juntos podían lograr grandes cosas.
-
¡Lo logramos! - gritó Sofía mientras celebraban.
-
Y todo comenzó porque no nos quedamos callados - sonrió Benja.
-
Y porque juntos somos más fuertes - añadió Lía con una sonrisa radiante.
Así, un verano lleno de aventuras y enseñanzas llenó de esperanza los corazones de todos, recordándoles que la amistad y la justicia siempre triunfan cuando se actúa con amor y solidaridad.
Después de esa experiencia, los amigos siguieron siendo mejores, se comprometieron a cuidarse los unos a los otros, y aprendieron a valorar sus diferencias como una fortaleza que los hacía únicos y fuertes juntos. Nunca olvidaron el verano en que la amistad y la justicia florecieron en Los Sindalros.
FIN.