El verano de las hermanas Sofia y Salomé
Era un cálido día de verano en la ciudad de Caldas, y las hermanas Sofía y Salomé se encontraban en su casa, listas para disfrutar de las vacaciones. Ambas estudiaban en el grado 501 de la escuela normal superior de Caldas y se ayudaban mutuamente en todo lo que podían. Eran inseparables y compartían un lazo muy especial.
Un día, mientras Sofía estaba concentrada en su libro de matemáticas, Salomé llegó a su lado con una expresión preocupada.
"¡Sofía! Necesito tu ayuda con un ejercicio de matemáticas. No logro entenderlo."
Sofía, distraída por la historia que leía, respondió sin mirar a su hermana.
"No puedo ahora, Salomé. Estoy muy ocupada."
Salomé se sintió desilusionada.
"Pero siempre me ayudas. ¿Por qué no esta vez?"
Sofía, sintiéndose presionada, respondió con un tono más brusco de lo que pretendía.
"¡Porque tengo derecho a hacer lo que quiero también!"
Salomé se entristeció, y una chispa de enojo se encendió entre ellas.
"No entiendo por qué sos así. Siempre estamos juntas, ¿desde cuándo te volvés tan egoísta?"
Sofía, sintiéndose atacada, replicó:
"¡No soy egoísta! Solo necesito un momento para mí."
Ambas se alejaron, cada una resguardando su orgullo. Pasaron la tarde sin hablar, y el ambiente en la casa se volvió tenso. Las vacaciones que deberían ser alegres se convirtieron en un silencio incómodo.
Esa noche, después de la cena, Sofía decidió que debía aclarar la situación. Se acercó a Salomé, que estaba sentada en el sofá con la mirada perdida. Con un susurro, ella dijo:
"Salomé, ¿podemos hablar?"
Salomé, aún algo molesta, miró a su hermana.
"¿Sobre qué? No tengo nada que decir."
"Sé que me enojé y no debí. Solo te pido que me entiendas, a veces necesito un espacio. Pero no quise herirte."
Salomé sintió que Sofía realmente se preocupaba por ella, así que decidió abrir su corazón.
"Yo también necesito ayuda de mi hermana. A veces siento que no puedo sola y me duele no poder contar contigo."
La conversación se tornó más profunda. Ambas compartieron sus sentimientos de frustración y confusión.
"Te prometo que estaré más presente cuando me necesites, pero también necesito que sea respetado mi tiempo."
"Yo también me comprometo a no exigirte tanto y encontrar maneras de resolver mis inquietudes, incluso buscándole otra vuelta a los ejercicios."
Ambas sonrieron al darse cuenta de que la comunicación era clave. Esa noche, se acostaron sintiéndose más unidas que nunca. Al día siguiente, decidieron hacer un pacto.
"A partir de ahora, cada vez que necesitemos ayuda, vamos a preguntar de una forma respetuosa y también a tener en cuenta que estamos en vacaciones."
Salomé asintió entusiasmada.
"¡Sí! Y si alguna no puede ayudar, podemos buscar otras formas de resolver los problemas. Tal vez hasta pedir ayuda a alguna amiga."
Las hermanas se sonrieron y se abrazaron, dejando atrás el malentendido. Durante el resto de sus vacaciones, se ayudaron mutuamente, pero también se dieron tiempo para disfrutar de otras actividades, como paseos en bici, juegos y manualidades.
Un día, mientras pintaban en el jardín, Sofía se detuvo y dijo:
"¿Ves cómo es más divertido cuando trabajamos juntas pero también respetamos el tiempo del otro?"
Salomé, con una sonrisa en el rostro, respondió:
"¡Sí! Aprendí que el respeto es importante y que ayudar a los demás también significa cuidar nuestros propios espacios."
Así las hermanas vivieron un verano lleno de risas, aprendizaje y mucho amor. Al final, entendieron que la comunicación y el respeto son la clave de una buena relación, y que, aunque a veces pueda haber conflictos, siempre se pueden resolver con un poco de diálogo y comprensión.
Y así, Sofía y Salomé volvieron a la escuela, no sólo como hermanas, sino como grandes amigas que se apoyaban y respetaban mutuamente. Nunca olvidaron aquel verano, y sus corazones siempre recordaron la importancia de escuchar y valorar los sentimientos del otro.
FIN.