El Verano de Luna y Sol
Era un caluroso verano en el pequeño pueblo de Vallecito. Luna, una niña soñadora de diez años, siempre pasaba sus vacaciones en la casa de sus abuelos cerca del lago. Allí, el tiempo parecía detenerse y la naturaleza se convertía en su mejor amiga. Un día, mientras recogía conchitas en la orilla, conoció a Sol, un chico juguetón de su misma edad que pasaba sus veranos allí. Desde el primer momento que se vieron, se hicieron inseparables.
"¿Querés jugar a atrapar el pez de oro?" - propuso Sol entusiasmado, mientras lanzaba su caña de pescar al agua.
"¡Sí! Pero primero tenemos que construir una trampa mágica" - respondió Luna, con una chispa de creatividad en sus ojos.
Ambos comenzaron a recolectar ramas, piedras y hojas. Con su ingenio, idearon una trampa que ni el pez de oro podría resistir.
Sin embargo, a medida que el verano avanzaba, surgieron obstáculos. Sol había prometido a su primo que irían a una gran competencia de deportes acuáticos en el otro lado del lago.
"No puedo creer que vayas a dejarme solo, Sol" - dijo Luna, un poco decepcionada.
"Es solo por un día. Prometo que volveré para seguir nuestra búsqueda del pez de oro" - afirmó Sol, tratando de calmarla.
Al día siguiente, Luna decidió ir al lago sola. Mientras estaba allí, se sintió un poco triste, pero también decidió que no podía estar así. Entonces, se le ocurrió una idea.
"Si no hay pez de oro, ¡haré mi propia búsqueda!" - se dijo a sí misma, emocionándose por la aventura que la esperaba.
Esa tarde, Luna comenzó a explorar la orilla del lago. Encontró piedras de colores, conchas y hasta un viejo mapa enterrado en la arena. En él había dibujadas distintas estaciones donde se escondían tesoros de la naturaleza.
"¡Mirá esto, Sol!" - gritó ella cuando finalmente regresó a casa y encontró a Sol, quien había vuelto de su competencia. "¡Encontré un mapa que nos llevará a tesoros especiales!"
El mapa llevó a los dos amigos a diferentes lugares fascinantes: un árbol gigante donde las ardillas jugaban, un pequeño arroyo donde los ranitas croaban alegres, y hasta una colina que ofrecía una vista maravillosa del atardecer.
Cada parada estaba llena de sorpresas, y mientras buscaban los tesoros ocultos, cada uno enseñaba algo al otro. Luna mostró a Sol cómo hacer collares con las conchas, y Sol le enseñó a Luna a pescar en la corriente del arroyo.
"Este verano es mucho mejor con vos" - le dijo Sol a Luna un día, mientras hacían una fogata al aire libre.
"Sí, es mágico. Pero creo que el mejor tesoro somos nosotros, nuestro tiempo juntos" - respondió Luna, sonriendo.
Sin embargo, la última semana del verano se acercaba, y todos en Vallecito se preparaban para el regreso a la escuela. Luna se sentía un poco triste. No quería que ese verano se terminara.
"Sol, ¿qué pasará cuando termine el verano?" - preguntó Luna con un hilo de voz.
"Maybe podemos seguir siendo amigos, aunque estemos lejos" - dijo Sol, en un intento de consolarla.
Arrastrando las sombras de la tristeza, decidieron hacer una promesa. El último día del verano, se reunirían en la orilla del lago y se contarían historias sobre sus vacaciones. Así, vastos días de verano se convertirían en memorias que siempre llevarían en su corazón.
Cuando llegó el día de la despedida, el cielo estaba pintado de un hermoso atardecer. Ambos niños compartieron lo que había significado ese verano para ellos. Prometieron estar en contacto durante el año y esperarse para el próximo verano.
"La verdadera magia no está en un pez de oro, sino en las amistades que hacemos" - concluyó Luna, mientras miraban juntos el reflejo del sol en el lago.
Así, el verano se despidió, pero la amistad entre Luna y Sol perduraría en sus corazones, haciendo que cada recuerdo de su tiempo juntos fuera un tesoro invaluable. Cada año, al llegar el verano, recordaban sus aventuras y, aunque a veces estuvieran separados, siempre cumplían su promesa de contar historias juntos.
Y así, el ciclo del verano volvía a comenzar, trayendo consigo nuevas promesas y amistades por descubrir.
FIN.