El Verano Mágico de Itzayana y Ema



Era un caluroso día de verano en Buenos Aires y los rayos del sol iluminaban el parque donde jugaban los niños. Itzayana, una niña de seis años, tenía una sonrisa que podía iluminar hasta el día más nublado. Era hermosa no solo por su apariencia, sino por su bondad y creatividad. Cada día, después de almorzar, corría al parque con su cuaderno de dibujos y su caja de lápices de colores, lista para dar vida a sus imaginaciones.

Su primo Ema, un niño de siete años con mucha energía, siempre estaba a su lado. Juntos disfrutaban de las tardes dibujando y comiendo helado en la pequeña heladería de la esquina. Un día, mientras compartían un helado de frutilla y limón, Itzayana dijo:

"Ema, creo que deberíamos hacer un dibujo que cuente una historia. ¡Una que haga soñar a todos!"

"¡Sí! ¿De qué se te ocurre?" - respondió Ema mientras saboreaba su helado.

Itzayana pensó y pensó hasta que su rostro se iluminó.

"¡Podríamos dibujar un castillo mágico donde viven los colores! Allí, los colores pelean por ser los favoritos de los niños. ¿Qué te parece?"

"¡Me encanta! Yo puedo dibujar el castillo y vos hacés los colores", dijo Ema.

Y así, comenzaron a dibujar. Tras varios trazos, el castillo ya estaba tomando forma. Pero mientras dibujaban, una nube oscura se acercó rápidamente y cubrió el sol, haciendo que el parque se tornara frío. Itzayana y Ema miraron hacia arriba, confundidos.

"¿Qué es eso?" - preguntó Ema, temeroso.

"¡No lo sé!" - respondió Itzayana.

La nube, con una voz profunda y misteriosa, dijo:

"Niños, he venido a llevarme los colores. Cada vez que un niño abandona su alegría, un color se apaga. ¡Ya no quiero más colores en el mundo!"

Itzayana, asustada, tomó la mano de Ema y le dijo:

"¿Y si todos los niños deciden no estar tristes? Tal vez los colores vivirían en sus corazones."

La nube se rió, pero pareció pensativa. Ema, siempre atrevido, gritó:

"¡Vamos a demostrarte que la alegría jamás se apaga!"

Usando su imaginación, comenzaron a hacer diferentes dibujos en el suelo con tiza que encontraron. Dibujaron sonrisas, risas, juegos y un montón de colores brillantes. Cada línea que trazaban, parecía hacer brillar más y más a los colores del parque.

La nube, sorprendida por la creatividad de los niños, preguntó:

"¿Cómo es posible que puedan ser tan felices en medio de la tristeza?"

Itzayana respondió con calma:

"La felicidad viene de adentro. Mientras tengamos amigos, sueños y arte, los colores nunca se irán. Cada vez que un niño ríe, un nuevo color nace."

La nube reflexionó y, por primera vez, una lágrima de tristeza cayó de su cuerpo, creando un arcoíris en el cielo.

"¡Está bien! Ustedes ganaron. Guardaré los colores en mi corazón también. Pero prométanme que siempre seguirán siendo felices y creando."

"¡Lo prometemos!" - dijeron Itzayana y Ema al unísono.

La nube se disipó, y el sol brilló nuevamente. Los niños, emocionados, terminaron su dibujo del castillo mágico, sabiendo que habían hecho una gran cosa. Luego de su aventura, decidieron que además de dibujar, también llevarían alegría a otros niños haciendo pequeñas obras de arte para compartir en el parque.

Y así, Itzayana y Ema se convirtieron en embajadores de la alegría y la creatividad en su barrio, llevando con ellos el mensaje de que el arte y la amistad pueden llenar el mundo de colores y hacer que la felicidad nunca se apague.

Desde entonces, cada día fue un nuevo capítulo de aventuras, risas y helados. ¿Y quién dice que la magia no existe? ¡Todo está en la imaginación de los más pequeños!

Y así, Itzayana y Ema aprendieron que todo lo que sueñas es posible si tienes el valor de creer en ti mismo y nunca dejas de ser feliz.

FIN.

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