El verano mágico de Nico y la torta voladora



Era un cálido día de verano en el vecindario de Nico, un niño curiosísimo y soñador. Ese día, mientras jugaba en su patio, notó algo inusual: una carta de naipes volando con la brisa del viento. Sorprendido, corrió a atraparla.

- ¡Mirá, mamá! - grita Nico con la carta en la mano. - ¡Me encontré con un naipe que vuela!

Su mamá sonrió y se acercó:

- A veces, las cartas llevan mensajes especiales. Podrías descubrir algo mágico.

Esa noche, Nico decidió que iba a hacer una torta. Pero no sería cualquier torta. En su mente, la torta debería ser un homenaje a la magia que había sentido ese día. Así que se puso a buscar recetas.

Mientras revolvía la mezcla, recordaba cómo los habitantes del barrio siempre se reunían en el parque. - sería genial compartir una torta voladora con todos - pensó entusiasmado. Con muchas ganas, se puso a decorar la torta con frutas y crema. Hasta le puso una capa de brillantina comestible, porque pensó que eso la haría aún más especial.

Cuando terminó, puso la torta en una caja con cuidado y salió corriendo a mostrarle a su amigo Lucas.

- ¡Lucas! - llamó a su amigo - ¡Tenés que ver lo que hice!

Lucas llegó corriendo, con una enorme sonrisa en su rostro:

- ¿Qué es eso? ¡Huele delicioso!

- Es una torta voladora - explicó Nico, estaba seguro de que la torta podía volar gracias al naipe mágico que había encontrado.

Los dos amigos decidieron llevarla al parque. Al llegar, notaron que el viento había comenzado a soplar más fuerte y un pequeño grupo de chicos estaba jugando a volar cometas.

- ¡Hola, chicos! - saludó Nico. - ¡Miren lo que traje!

Pero de repente un golpe de viento hizo volar la caja de la torta a unos metros hacia atrás.

- ¡Oh no! - gritaron Lucas y Nico al unísono al ver cómo la caja se deslizaba por el césped.

Mientras corrían detrás de la torta, los otros chicos se unieron para ayudar.

- ¡No dejemos que se caiga! - gritó una de las chicas.

Los niños se unieron en equipo, corriendo y brincando en un intento de atrapar la torta. Cuando finalmente la alcanzaron, estaba cubierta de césped pero intacta.

- Deberíamos limpiarla y comerla juntos, como un picnic! - sugirió Lucas con entusiasmo.

- ¡Sí! - dijo Nico, eufórico. - Para eso la hice, para compartirla.

Con todo el grupo reunido, limpiaron la torta y la colocaron sobre una manta. El viento seguía soplando y jugaban a distraerlo mientras repartían los trozos de torta entre todos.

- ¡Esto es increíble! - exclamó Nico. - La torta voladora trajo a todos juntos. ¡Es como si se hubiera hecho para este momento!

Y así, entre risas y juegos, ese verano se convirtió en el más memorable para todos los niños del barrio, gracias a la creatividad de Nico y su torta especial. A veces, un pequeño detalle como un naipe puede llevarte a una gran aventura.

Desde ese día, cada vez que le daba la bienvenida al verano, Nico recordaba que la verdadera magia está en compartir momentos con amigos y disfrutar de las sorpresas que la vida trae.

FIN.

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