El verdadero espíritu de la Navidad



Era una vez en un pequeño pueblo, donde la Navidad estaba a la vuelta de la esquina. Todo brillaba con luces de colores y los aromas de galletitas recién horneadas llenaban el aire. Miguel y Pedro, dos amigos inseparables, soñaban con los grandes regalos que podrían recibir.

"¿Cuántos juguetes vamos a conseguir este año?", preguntó Miguel emocionado.

"¡Yo quiero la última consola de videojuegos!" respondió Pedro, sus ojos brillando.

Los días pasaban y cada vez más se dejaban llevar por la idea de que la Navidad era solo sobre tener el mejor regalo. Comenzaron a hacer una lista interminable de cosas que querían. Pero una tarde, mientras estaban en la plaza del pueblo, escucharon una conversación que los hizo reflexionar.

"¿Viste cuántos regalos hay en el local?", dijo una señora a su amiga.

"Sí, pero hay tantos chicos que no tienen nada, y eso me parte el corazón", respondió la amiga.

Miguel y Pedro se miraron sorpresa.

"¿Qué estarán diciendo?", murmuró Miguel.

"No sé, pero suena triste", respondió Pedro.

Intrigados, decidieron investigar y encontraron que, en el otro lado del pueblo, había un albergue donde muchos niños no podían celebrar la Navidad como ellos. Al ver cómo algunos de esos chicos pasaban la Navidad sin regalos ni decoraciones, algo cambió en la mente de Miguel y Pedro.

"¿Y si en vez de pedir más y más juguetes, pensemos en lo que podemos darles a ellos?", sugirió Miguel.

"Tenés razón, podría ser divertido!" exclamó Pedro.

Así que comenzaron a recopilar juguetes y libros que ya no usaban. Hablaron con sus familias y juntas organizaron una pequeña colecta en la escuela para que todos pudieran colaborar.

"¡Vamos a hacer que esta Navidad sea especial para otros!", animó Pedro a sus compañeros.

Mientras los días se acercaban a la Navidad, Miguel y Pedro se sintieron más felices que nunca. El día de la entrega de regalos, llevaron todo a la albergue. La sonrisa de los niños al recibir lo que habían recolectado fue mágica.

"¡No puedo creer que hicieron esto!", dijo una de las cuidadoras del albergue.

"Todas nuestras cosas están ahora con ellos", comentó Miguel sonriendo.

"Y esta es la mejor Navidad que hemos tenido!", dijo Pedro, mirando a su amigo.

Y así, en lugar de sumarse al consumismo y la acumulación de regalos que nunca usarían, decidieron que la verdadera alegría de la Navidad estaba en dar un poco de lo que tenían a aquellos que no lo tenían. Volvieron a casa sintiendo que su espíritu navideño estaba más vivo que nunca. Prometieron seguir ayudando durante todo el año y así se hizo una hermosa tradición en su pueblo.

Cargados de satisfacción, Miguel y Pedro comprendieron que la felicidad no viene de lo que tenemos, sino de lo que somos capaces de compartir con los demás. Desde aquel año, la Navidad no solo era un tiempo de regalos, sino también de dar, amar y estar juntos.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado, pero la historia de la entrega y la amistad perdura en el corazón de todos.

FIN.

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