El verdadero espíritu de la Navidad
Una noche de diciembre, Lucrecia, una niña de diez años, se asomó por la ventana y vio cómo la nieve caía suavemente. "Este año quiero que Papá Noel me traiga la muñeca que tanto deseo", pensó. Sin embargo, algo en su corazón comenzaba a pesarle.
Al otro día, mientras caminaba hacia la escuela, escuchó a su amiga Sofía decir:
"Para mí, Navidad es solo una cuestión de regalos".
Lucrecia se sintió un poco confundida. ¿Era solo eso lo que significaba la Navidad?
En la escuela, la maestra propuso un juego de cartas en el que cada niño debía escribir qué deseaba para la Navidad. Lucrecia escribió: "Una muñeca mágica". Pero, mientras miraba a su alrededor y veía a sus compañeros, se dio cuenta de que había algunos compañeros que no tenían tantas cosas como ella.
Al regresar a casa, Lucrecia miró a su alrededor. Su familia tenía una buena cena cada noche y regalos que esperar. Siguió pensando en lo que había visto en la escuela.
Decidió llamar a su abuela:
"¿Abuela, qué te gustaría que te regale esta Navidad?"
"Niña, lo último que quiero son cosas. Solo quiero pasar tiempo con la familia".
"Pero, abuela, ¿cómo vamos a hacerlo?"
"Podemos cocinar juntas y compartir una cena con quienes amamos".
Lucrecia sonrió y tuvo una idea. "¿Y si hacemos algo diferente este año?" pensó. Así que se sentó a escribir una carta a Papá Noel, no con una lista de regalos, sino con un pedido especial.
"Querido Papá Noel, este año no quiero regalos. Solo quiero que me ayudes a hacer una cena para los que no tienen tanto como nosotros".
En la noche de Nochebuena, Lucrecia y su familia cocinaron un gran banquete. Juntos prepararon platos deliciosos que llenaban la casa con un aroma reconfortante.
Mientras tanto, Lucrecia no podía dejar de sonreír, pensando en cómo podría cambiar todo. Después de la cena, decidieron invitar a algunos vecinos que sabían que no tenían familia cerca. Cuando llegaron, Lucrecia gritó de felicidad:
"¡Tengan un lugar en nuestra mesa!"
"¿De verdad?" preguntó don Javier, el vecino.
"Sí, claro, la Navidad se trata de estar juntos".
Esa noche, la casa de Lucrecia se llenó de risas, historias y amor. Cada uno compartió una anécdota sobre sus navidades pasadas. Entonces, el amigo de Lucrecia, Morenito, se levantó:
"Hicimos una gran cena, pero lo mejor ha sido recordar, contar historias y vivir este momento juntos".
Cuando el último de los vecinos se despidió, Lucrecia sintió un calor en su corazón. Había hecho algo que era mucho más especial que simplemente recibir regalos.
Al día siguiente, ella miró por la ventana, sintiéndose satisfecha. Todo era igual, pero a la vez, todo había cambiado. El verdadero espíritu de la Navidad era la conexión que habían creado, la generosidad y el amor que compartieron.
Con una sonrisa, Lucrecia susurró al viento:
"Gracias, Papá Noel, por enseñarme que la Navidad no son solo regalos, sino momentos que llenan el corazón".
FIN.