El verdadero progreso
Había una vez un pequeño dojo de aikido en el que Daniel era el profesor. Todos los niños del barrio acudían allí para aprender las técnicas de defensa personal y disfrutar del ambiente amigable y respetuoso.
Un día, Lucho, uno de los alumnos más avanzados, comenzó a sentir que su progreso se estancaba. Siempre había admirado a Daniel por su habilidad y su paciencia en la enseñanza, pero empezó a pensar que quizás necesitaban un cambio.
"Profe, ¿no podríamos traer algún otro instructor para variar un poco?" preguntó Lucho con timidez. Daniel lo miró con sorpresa. Él siempre había intentado ofrecer lo mejor de sí mismo a sus estudiantes, pero entendía que quizás necesitaban algo nuevo.
"Bueno Lucho -dijo finalmente- si crees que sería beneficioso para todos, podemos buscar alguien más. "Y así fue como comenzaron las entrevistas con diferentes instructores. Al principio todo parecía ir bien, pero pronto surgieron algunos problemas.
Uno no estaba disponible en los horarios adecuados, otro tenía una forma de enseñar demasiado rígida... Ninguno parecía ser el indicado. Mientras tanto, Lucho seguía entrenando duro y tratando de mejorar por sí mismo.
Pero aún sentía esa falta de motivación que antes no tenía. Una tarde mientras caminaba hacia el dojo reflexionando sobre esto encontró a Daniel sentado en un banco cercano al parque.
"¿Qué haces aquí profe?" preguntó curioso"Estoy pensando" respondió Daniel sonriendo "y tú?"Lucho le explicó sus inquietudes y cómo se sentía estancado en su entrenamiento. "Lucho, te entiendo perfectamente" dijo Daniel "pero quiero que sepas algo: la única persona que puede motivarte verdaderamente eres tú mismo. "Lucho lo miró con sorpresa.
"Sí, es cierto" continuó Daniel "yo puedo enseñarte técnicas, corregir tus posturas, pero si no tienes el deseo de superarte por ti mismo, todo eso será en vano. "Lucho reflexionó sobre esto durante varios días.
Finalmente decidió volver al dojo y continuar entrenando con Daniel, quien le dio una cálida bienvenida. Pero algo había cambiado en Lucho. Ahora entendía que él era el dueño de su propio progreso. Y poco a poco comenzó a trabajar más duro que nunca antes.
En cada clase se esforzaba por dar lo mejor de sí mismo y pronto empezaron a notarse los resultados. Sus movimientos eran más fluidos y precisos; su resistencia aumentaba día tras día.
Un día mientras practicaban juntos, Daniel le dijo:"Estoy orgulloso de ti Lucho. Has demostrado una gran determinación y un espíritu luchador. "Y así fue como Lucho aprendió la valiosa lección de que la motivación viene desde adentro.
Que no importa quién sea tu instructor o cuánto talento tengas: lo único que realmente importa es el deseo de superarse uno mismo. Desde entonces, todos los niños del barrio admiraban a Lucho tanto como admiraban a Daniel.
Y juntos formaron un equipo fuerte y unido donde cada uno trabajaba para ser mejor por sí mismo... pero también para ayudar al otro a crecer.
Y así, el pequeño dojo de aikido se convirtió en un lugar donde la amistad, el respeto y la superación personal eran los valores más importantes.
FIN.