El Verdadero Regalo de Navidad



Era la víspera de Navidad en el pueblo de Valle Escondido, un lugar encantador donde la nieve cubría las casas y el olor a galletas de jengibre llenaba el aire. Allí, la familia López estaba en plena preparación para la celebración. En la sala, una enorme montaña de regalos esperaba ser abierta bajo el árbol de Navidad, adornado con luces brillantes y un ángel en la cima.

"¡Mirá cuántos regalos hay! Esto va a ser el mejor año de todos", exclamó Sofía, la menor de los López, mientras brincaba de alegría.

"Es cierto, pero no olvidemos que la Navidad no se trata solo de regalos", dijo Juan, el hermano mayor, mirando a su hermana con una sonrisa.

"Pero son tan bonitos", insistió Sofía, con sus grandes ojos brillantes.

El papá de la familia, don Miguel, entró en la habitación con una gran caja que decía 'Para abrir en Nochebuena'.

"¡Chicos, hay que recordar lo que realmente importa en esta época!", dijo mientras apoyaba la caja en la mesa.

Los niños miraron a su papá intrigados.

"¿Y qué es eso?", preguntó Juan.

"Es una sorpresa. Pero primero, quiero que pensemos un momento sobre lo que significa la Navidad", respondió don Miguel.

Sofía y Juan se miraron entre sí, un poco desconcertados.

"Pero papá, ya sabemos que se trata de dar y recibir regalos", comentó Juan.

"Sí, pero también se trata de estar juntos, ayudar a los demás y compartir tiempo con la familia", dijo su mamá, doña Clara, mientras entraba a la habitación con una bandeja de galletas.

Esa noche, después de cenar, la familia decidió abrir un regalo cada uno.

"¡Yo primero!", dijo Sofía, y abrió su regalo emocionada. Era un hermoso vestido de muñeca.

"Ahora soy yo", gritó Juan, y abrió un rompecabezas gigante.

"¡Qué lindo!", dijo doña Clara. "Pero no se olviden del regalo que está bajo la mesa".

Los niños miraron a su papá y a su mamá, quien les hizo un gesto para que se acercaran. Abrieron la gran caja que su papá había traído, pero dentro no había juguetes. Había todo tipo de materiales como lápices, cuadernos, ropa y comida.

"¿Qué es esto?", preguntó Juan confundido.

"Esto es nuestro regalo para los que más lo necesitan. Esta Navidad vamos a llevar todo esto al hogar de las familias que no tienen lo suficiente", explicó don Miguel.

Sofía frunció el ceño, algo decepcionada.

"Pero yo quería algo que yo pudiera tener", murmuró.

"Lo que estamos haciendo es mejor, Sofía. Nos hace sentir bien dar a otros. Algunas familias no pueden celebrar como nosotros", dijo doña Clara, sonriendo.

Esa noche, la familia López empacó todo lo que había en la caja y se preparó para llevarlo al día siguiente. Seguir una nueva tradición les pareció una buena idea.

Al día siguiente, cargaron el auto y se dirigieron al centro comunitario. Sofía se sentía un poco triste, pero cuando llegaron y vieron las caras felices de los niños que recibían esos regalos, su tristeza se convirtió en alegría.

"¡Mirá, compensaron mis galletitas!", gritó Juan al ver a un niño a quien le habían entregado sus galletas.

"A mí me gustan los nuevos lápices", dijo una niña mientras acariciaba emocionada una caja llena.

"Esto sí que es un verdadero regalo", reflexionó Sofía observando las sonrisas.

Finalmente, cuando regresaron a casa, la familia se reunió alrededor del árbol de Navidad, donde sólo quedaba un solo regalo en la mesa, vacío.

"El mejor regalo ya lo vivimos", dijo doña Clara, abrazando a sus hijos.

Y así, entendieron que la Navidad se trataba de compartir lo que tenemos y disfrutar juntos. Al año siguiente, la familia decidió que en vez de tantos regalos, seguirían compartiendo su alegría con aquellos que más lo necesitaban en su comunidad.

"¿Nosotros podemos hacer algo especial para ellos también?", preguntó Sofía.

"¡Por supuesto!", respondió Juan entusiasmado.

Y así, la familia López encontró la verdadera esencia de la Navidad: el amor familiar y el acto de dar a los demás. Cada año se aventuraban a ayudar a su comunidad, creando nuevas tradiciones que llenaban sus corazones de felicidad.

"Este es el mejor regalo de todos", dijo Sofía un día, mientras miraba a su papá y mamá.

"Sí, siempre lo ha sido", concluyó don Miguel con una sonrisa, mientras el sonido de campanas resonaba en el aire, y la familia disfrutaba de otro año de amor y alegría juntos.

FIN.

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