El verdadero regalo de Nicolás



Había una vez un niño llamado Nicolás que vivía en un pequeño pueblo. Cada diciembre, contaba los días para la llegada de la Navidad. A Nicolás le encantaban los obsequios, las luces de colores y el aroma a galletitas que llenaba el aire. Sin embargo, lo que más amaba de la Navidad eran los regalos.

- ¡Ya falta poco, mamá! - decía entusiasmado mientras colgaba las medias junto a la chimenea. - Este año me gustaría un camión de juguetes enorme, con luces y que haga ruido.

Su madre sonreía y le decía:

- Recuerda, Nicolás, que los regalos no son lo más importante de la Navidad.

Pero Nicolás no prestaba atención. Para él, la Navidad solo significaba recibir cosas. Enojado, pensó que su madre no entendía lo mucho que deseaba esos obsequios.

A medida que se acercaba el día de Navidad, Nicolás pasó horas escribiendo su carta a Papá Noel, enumerando cada uno de los juguetes que quería. Finalmente, la noche de Navidad llegó y Nicolás no podía dormir.

- ¡No puedo esperar a ver lo que hay debajo del árbol! - susurró para sí mismo. Al amanecer, se despertó y corrió hacia el árbol. Sus ojos se iluminaron al ver una montaña de regalos.

- ¡Mamá, papá, miren todo lo que trajo Papá Noel! - gritó con alegría. Pero, al abrir su primer obsequio, se dio cuenta de que no era el camión que había imaginado, sino un set de construcción. - ¡Oh, no! - exclamó decepcionado.

Sin embargo, no se detuvo. Abrió otro regalo y descubrió libros, ropa y otros juguetes. Poco a poco, su emoción se desvaneció.

- ¿Dónde está mi camión? - preguntó con un tono de tristeza.

Su madre, viendo su desánimo, lo llevó a una ventana.

- Nicolás, mira hacia la calle. - Le dijo. Nicolás se asomó y vio a sus vecinos, todos juntos, compartiendo comidas, risas y regalos que no eran nuevos, pero llenos de cariño.

- ¿Por qué están celebrando así? - preguntó.

- Ellos han entendido que la Navidad no se trata solo de los regalos, sino de estar juntos, de ofrecer y recibir amor.

Nicolás quedó pensativo y decidió salir a la calle. Al llegar, se dio cuenta de que muchos niños estaban contentos jugando juntos, sin importar si tenían juguetes nuevos o no.

- ¡Hola! - saludó Nicolás a unos chicos que estaban jugando a la pelota. Ellos lo miraron y le dijeron:

- ¡Ven a jugar con nosotros!

Nicolás sintió una calidez en su corazón. Jugó y se rió, disfrutando la compañía de sus nuevos amigos. Momentos después, notó a una niña sentada en la vereda, mirando tristes las luces.

- ¿Te gustaría jugar? - le preguntó.

La niña asintió tímidamente. Nicolás la llevó a jugar con el grupo. Se sintió feliz por hacerla sonreír.

Al volver a casa, Nicolás entendió que aunque no había recibido el camión que tanto deseaba, había experimentado algo mucho más valioso: la alegría de compartir y estar con amigos. Esa noche, al acostarse, sonrió al recordar cómo se había divertido.

- Mamá, ahora entiendo lo que me decías. La Navidad es sobre el amor y la felicidad de compartir con los demás. - le dijo.

Su madre sonrió, abrazándolo.

- Tienes razón, hijo. Cada año, el verdadero regalo de Navidad es el tiempo que pasamos juntos.

A partir de ese momento, Nicolás dejó de pensar solo en los obsequios. Comenzó a hacer su propia lista de cosas que quería dar a los demás. Cada Navidad se convirtió en una oportunidad de repartir amor y felicidad, y, por supuesto, ¡seguía disfrutando de las galletitas y las luces!

Y así, Nicolás aprendió que el mejor regalo de todos es el que se da desde el corazón, rodeado de aquellos que amamos.

Y colorín colorado, este cuento se ha terminado.

FIN.

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