El Verdadero Tesoro



Nayla e Inés eran dos amigas inseparables que vivían en un barrio muy bullicioso de la ciudad. Les encantaba explorar las calles y descubrir cosas nuevas. Cada tarde, salían a jugar y hablar de sus sueños. Pero un día, su aventura las llevó a un parque donde conocieron a un hombre especial.

Era un vagabundo que vivía en la calle, con una barba desaliñada y ropa gris que ya había visto mejores días. A su alrededor, la gente parecía no prestarle atención, pero Nayla e Inés sintieron una curiosidad que no pudieron resistir. Al acercarse, el hombre las miró con una sonrisa amable a pesar de su aspecto descuidado.

"Hola, niñas, ¿quieren saber algo sobre las estrellas?" - les preguntó, mientras se acomodaba en el banco del parque.

Nayla, que siempre había amado el cielo, se le iluminó el rostro. "¡Sí! Me encantan las estrellas, pero nunca he sabido cómo se llaman."

"Las estrellas son como sueños, cada una tiene una historia. Pero más que eso, hay algo que debo contarles: a veces, las cosas más valiosas se esconden en lugares inesperados." - respondió el vagabundo con un brillo en sus ojos.

Inés, intrigada, se sentó al lado de él. "¿Usted también ha tenido un sueño?"

"¡Oh, claro! Antes de perder mi hogar, soñaba con viajar por el mundo y contar historias. Cada estrella tiene un cuento, y yo era un contador de cuentos. Pero un día, todo cambió, y a veces aparece la tristeza en el camino. Sin embargo, nunca deja de haber belleza."

Nayla e Inés escucharon atentamente mientras el vagabundo comenzaba a narrar historias mágicas sobre cada estrella que brillaba en el cielo. Las niñas se sumergieron en su relato, tan emocionadas que casi olvidaron el lugar donde estaban.

Después de un rato, comenzaron a reír y disfrutaron de un momento de gran felicidad. El vagabundo, con su carisma, había capturado su atención, y la conexión fue instantánea.

"¿Sabés, chicas?" - dijo,

"la alegria no se mide por el lugar donde vivimos, sino por los momentos que compartimos. Esto lo aprendí en la calle, entre risas y abrazos."

Las chicas asintieron, comprendiendo la lección que el hombre les estaba enseñando. En ese momento, el vagabundo se convirtió en un amigo, y no era solo un hombre sin hogar.

Unos días después, decidieron volver al parque. Habían hecho algunos bocadillos en casa y estaban emocionadas por compartirlos con su nuevo amigo. Pero al llegar, él no estaba allí. Los bancos estaban vacíos y su corazón se sintió pesado.

Inés miró a Nayla y dijo "Quizás él esté en otro lugar, buscando más estrellas que contar. Pero aún así, me gustó conocerlo."

Justo cuando estaban por irse, una nube oscura cubrió el sol y una lluvia ligera comenzó a caer. A lo lejos, alguien se acercaba. Era el vagabundo. Con la ropa empapada, pero sonriendo, dijo "Espero que me hayan estado extrañando! Las estrellas no son lo único que quiero compartir."

Nayla e Inés sonrieron de oreja a oreja y corrieron hacia él. En ese escondido rincón del parque, se sentaron juntas bajo un árbol y compartieron sus bocadillos mientras la lluvia caía alrededor de ellos.

Y así continuaron sus encuentros, llenos de risas y aventuras. El vagabundo les enseñó a observar las estrellas, y las niñas le compartieron sus sueños.

Una noche, mientras contemplaban el cielo brillante, las risas se apagaron un poco, y Nayla, temblando de emoción por la amistad, dijo – "A veces, pienso que se deberían hacer más amistades como la nuestra, donde no importa el lugar donde vivas".

Inés asintió y añadió – "Sí, porque él me enseñó que la felicidad no depende de lo que vemos, sino de cómo lo vivimos. Me siento afortunada de haberlo conocido."

Con el tiempo, las chicas empezaron a organizar pequeñas colectas de alimentos y ropa para ayudar a aquellos que, como su amigo, lo necesitaban. Se convirtió en su misión siempre ayudar.

Un día, el vagabundo les dio un regalo muy especial: un pequeño cuaderno y un lápiz. "Este es su tesoro. Escriban aquí sus historias y las de las estrellas. Quiero que sigan soñando. Nunca dejen de creer que la magia de los sueños puede cambiarlo todo." - les dijo, emocionado.

Así, Nayla e Inés supieron que la verdadera belleza no está en el aspecto, sino en la esencia de las personas, en la conexión que se forma entre ellas. Aprendieron que a veces, lo más valioso es lo que llevamos en nuestro corazón.

Se despidieron de su amigo con un cálido abrazo, prometiendo siempre mantener viva la magia de las historias y los sueños, y ayudarse a sí mismas cada día.

A partir de entonces, siguieron escribiendo sus cuentos bajo las estrellas, con el vagabundo siempre en su corazón, recordando que la verdadera riqueza está en la bondad y en lo que compartimos con los demás.

FIN.

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