El verdadero valor de compartir



Marcelo había ahorrado durante mucho tiempo para poder comprarse ese auto que tanto quería. Era un modelo deportivo, rojo y reluciente. Cuando finalmente lo tuvo en sus manos, se sintió muy feliz y orgulloso de su logro.

Pero pronto se dio cuenta de que el auto no era solo para él, sino que también podía ser utilizado por su familia. Así que decidió llevar a sus dos hijos, Sofía y Lucas, a dar una vuelta.

"¡Miren chicos! ¿Qué les parece mi nuevo auto?"- preguntó Marcelo emocionado mientras abría las puertas del vehículo. "¡Wow! ¡Es increíble papá!"- exclamó Sofía con asombro. "¿Podemos ir a pasear en él?"- preguntó Lucas con entusiasmo.

Marcelo sonrió al ver la ilusión en los ojos de sus hijos y aceptó encantado. Subieron todos al auto y comenzaron a recorrer las calles de la ciudad. Los niños estaban felices mirando por las ventanas y disfrutando del paisaje.

De repente, mientras iban por una calle empinada, el motor del auto comenzó a fallar. Marcelo intentó acelerar pero nada funcionaba. El auto empezaba a perder velocidad poco a poco hasta que finalmente se detuvo completamente.

"¿Qué pasó papá?"- preguntó Sofía preocupada. "No lo sé hija... algo debe haberse roto"- respondió Marcelo frunciendo el ceño mientras intentaba encender el motor nuevamente sin éxito alguno.

Lucas comenzaba a ponerse nervioso y preocupado porque no sabían qué hacer ni cómo llegar a casa. Pero Marcelo intentó mantener la calma y decidió que lo mejor era llamar a un mecánico para que revisara el auto.

Después de varios minutos, llegó un hombre en una camioneta con herramientas y comenzó a examinar el vehículo. Los niños miraban todo con mucha curiosidad mientras Marcelo hablaba con el mecánico. "Bueno señor, aquí está su problema"- dijo el mecánico mostrando una pieza del motor que se había roto.

"¿Y cuánto tiempo llevará arreglarlo?"- preguntó Marcelo preocupado por los costos. "No se preocupe, puedo arreglarlo ahora mismo"- respondió el mecánico tranquilizadoramente. Los niños estaban felices al ver cómo el hombre reparaba el auto y lo dejaba como nuevo.

Después de unos minutos, finalmente pudieron volver a subir al auto y continuar su paseo por la ciudad. A partir de ese día, Marcelo aprendió que tener un auto no solo significaba tener algo bonito para mostrar, sino también ser responsable y saber cuidarlo.

Además, entendió que lo más importante era disfrutar del tiempo juntos en familia sin importar si tenían un auto nuevo o viejo.

Así fue como Marcelo se convirtió en un papá aún más genial porque no solo tenía un auto espectacular sino porque sabía valorar las cosas importantes de la vida: su familia y los momentos juntos.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!