El vestido de los corazones felices



Había una vez una niña llamada Sofía, a quien le encantaba jugar en el jardín de su casa.

Siempre se maravillaba con las flores de colores que crecían allí y soñaba con vivir en un castillo rodeado de hermosas plantas. Un día, mientras exploraba el jardín, encontró un vestido mágico que había sido dejado por una hada. El vestido era tan brillante y colorido como los pétalos de las flores y se ajustaba perfectamente al cuerpo de Sofía.

Al ponérselo, sintió cómo su corazón se llenaba de alegría y emoción. Decidida a descubrir más cosas maravillosas, Sofía salió del jardín y siguió un camino que la llevó a través del bosque encantado.

El sol brillaba radiante sobre ella mientras caminaba entre árboles altos y frondosos. De repente, comenzaron a caer gotas de lluvia del cielo. Sofía sabía que debía encontrar un refugio para protegerse.

Afortunadamente, vio un paraguas abandonado cerca del camino y lo abrió rápidamente para resguardarse bajo él. Mientras esperaba la lluvia pasara, notó algo extraño: los globos que sostenían el paraguas comenzaron a elevarse hacia el cielo.

Uno por uno, los globos multicolores volaban cada vez más alto hasta desaparecer entre las nubes. Sofía no podía creerlo; sus ojos brillaban de asombro ante tal espectáculo. Decidió seguirlos sin dudarlo, agarrando el paraguas con fuerza y dejándose llevar por el viento.

El paraguas la llevó hasta un hermoso castillo en las nubes. Era tan majestuoso como ella siempre había imaginado. Al acercarse al castillo, una voz amable la saludó desde lo alto de una torre. - ¡Bienvenida, Sofía! Soy la Reina del Cielo y he estado esperándote.

Tus colores y alegría han llenado mi corazón de felicidad. Sofía subió a la torre y se encontró cara a cara con la Reina del Cielo.

La reina le explicó que los globos que habían volado eran símbolos de amor y alegría que Sofía había compartido con el mundo a través de su vestido mágico. La Reina del Cielo le pidió a Sofía que cuidara del castillo mientras ella estaba ausente.

La niña aceptó encantada y comenzó a explorar cada rincón del lugar celestial. Dentro del castillo, descubrió salas llenas de juguetes mágicos e instrumentos musicales. También encontró una biblioteca llena de libros encantados que le enseñaron sobre valores como la amistad, el respeto y la generosidad.

Pero lo más importante fue cuando Sofía aprendió sobre el poder de hacer felices a los demás. Descubrió que cada vez que ayudaba o hacía sonreír a alguien, su propio corazón se llenaba aún más de amor y felicidad.

Después de un tiempo viviendo en el castillo, Sofía decidió regresar al jardín donde todo comenzó. Sabía que su misión no solo era disfrutar de la magia, sino también compartirla con aquellos a su alrededor.

Cuando volvió al jardín, encontró a sus amigos esperándola con los brazos abiertos. Compartió con ellos todo lo que había aprendido y les enseñó cómo encontrar la felicidad en las pequeñas cosas de la vida.

Desde ese día, Sofía se convirtió en una niña llena de alegría y amor. Siempre llevaba consigo un paraguas y globos multicolores para recordarle a todos que cada día es una oportunidad para llenar el mundo de colores y sonrisas.

Y así, Sofía siguió caminando por el camino de la vida, regalando flores dondequiera que iba y construyendo castillos llenos de amor en los corazones de todos los que conocía.

FIN.

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