El Veterinario de los Animales Amigos



Había una vez un niño llamado Carlos, que vivía en un pequeño pueblo rodeado de naturaleza. Carlos tenía la suerte de tener una familia amorosa y cariñosa.

Sus padres, Marta y Juan, siempre estaban ahí para él, brindándole todo el amor y apoyo que necesitaba. Desde muy pequeño, Carlos mostró un gran interés por las plantas y los animales. Pasaba horas explorando el jardín de su casa, observando mariposas y buscando insectos bajo las piedras.

Su mamá lo alentaba en sus descubrimientos y le enseñaba sobre la importancia de cuidar el medio ambiente. Un día soleado, mientras Carlos jugaba en el jardín, encontró un pequeño pollito abandonado. El pobre pollito estaba asustado y solo.

Sin pensarlo dos veces, Carlos lo tomó entre sus manos con mucho cuidado y corrió a mostrarle a su mamá. "¡Mamá! ¡Mira lo que encontré! ¿Podemos quedarnos con él?"- exclamó emocionado.

Su mamá sonrió ante la ternura del niño y respondió: "Claro que sí, mi amor. Pero recuerda que los pollitos necesitan mucho cuidado". Carlos se comprometió a cuidar del pollito como si fuera su hermano menor.

Le puso por nombre "Piolín" y construyó un pequeño hogar para él en una caja de cartón llena de heno. Los días pasaban y Carlos se encargaba diariamente de alimentar a Piolín con granos de maíz y darle agua fresca.

Además, aprendió sobre los diferentes sonidos que hacía el pollito para comunicarse y le enseñó algunos trucos como dar vueltas en círculos. Una mañana, mientras Carlos y Piolín jugaban en el jardín, escucharon un ruido extraño proveniente de un arbusto cercano.

Al acercarse, descubrieron a una pequeña ardilla atrapada entre las ramas. Carlos rápidamente buscó la ayuda de su papá para rescatarla. Con mucho cuidado, lograron liberar a la ardilla y la llevaron al hogar de Carlos para que se recuperara.

El niño decidió llamarla —"Saltita"  por su habilidad para saltar de árbol en árbol. A medida que pasaban los días, Carlos se convirtió en el mejor amigo de Saltita. Juntos exploraban el bosque y aprendían sobre las diferentes especies de animales que habitaban allí.

Un día, mientras caminaban por el bosque, encontraron un nido abandonado con tres huevos dentro. Carlos sabía que esos huevos necesitaban calor y protección para poder eclosionar.

Sin dudarlo, recogió los huevos con mucho cuidado y corrió a casa. Con ayuda de sus padres, construyeron un pequeño incubador donde colocaron los huevos. Pasaron semanas esperando ansiosos hasta que finalmente los pollitos rompieron sus cascarones.

Carlos estaba emocionado al ver cómo los tres pollitos abrían sus ojitos por primera vez. Les puso por nombres —"Coco" , —"Luna"  y —"Sol" . Ahora tenía una gran familia compuesta por Piolín, Saltita y los nuevos integrantes del hogar.

Los días pasaron y Carlos se dio cuenta de que su amor por los animales no tenía límites. Decidió estudiar para convertirse en veterinario y así poder ayudar a muchos más animales. Carlos creció rodeado de amor, aprendiendo el valor del cuidado y respeto hacia los seres vivos.

Siempre recordaría aquellos momentos mágicos junto a Piolín, Saltita, Coco, Luna y Sol. Y así, Carlos se convirtió en un ejemplo para todos los niños del pueblo, demostrando que con amor y dedicación cualquier sueño puede hacerse realidad.

FIN.

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