El Viaje a la Atlántida
Había una vez, en un pueblito en la costa de Argentina, un niño llamado Mateo que soñaba con aventuras. Un día, mientras exploraba la playa, encontró una botella flotante. Con curiosidad, la recogió y al abrirla, descubrió un mapa antiguo.
"¡Mirá lo que encontré!" -exclamó Mateo a su mejor amiga, Lía. "Es un mapa que dice que lleva a la Atlántida, la isla misteriosa de la que tanto hemos escuchado en las historias de abuelo!"
Lía, con ojos brillantes de emoción, respondió: "¡Guau! No puedo creerlo, ¡hay que seguirlo!"
Los dos amigos decidieron embarcarse en un viaje en busca de aquella isla maravillosa. Se prepararon con provisiones y una pequeña barca. A medida que navegaban, las aguas se volvían más profundas, y el cielo empezaba a pintarse de un azul impresionante. De repente, una tormenta se desató, haciendo girar su barca.
"¡Mateo! ¿Tú creés que estamos perdidos?" -preguntó Lía con un tono de preocupación.
"No, debemos mantener la calma y seguir nuestro instinto. La Atlántida nos espera, ¡no podemos rendirnos!" -contestó Mateo, firme en su determinación.
Tras la tormenta, los amigos emergieron en una tranquila laguna rodeada de islas. En el horizonte, una figura brillante apareció: era la Atlántida. Sus ciudades resplandecían, como si estuvieran hechas de oro. Empezaron a remar más rápido, llenos de emoción.
Al llegar, fueron recibidos por unos habitantes muy amables que los miraban con curiosidad.
"Bienvenidos a la Atlántida, viajeros. Soy Aeron, el guardián de este lugar. ¿Qué los trae aquí?" -dijo un hombre con una túnica blanca.
"Encontramos un mapa y queríamos conocer la isla de la inteligencia y la sabiduría " -explicó Mateo.
Aeron sonrió y dijo: "La Atlántida es un lugar de aprendizaje. Aquí, todos ayudan a los demás a crecer y a compartir su conocimiento. Pero hay algo que deben saber..."
Los ojos de Lía se abrieron de par en par. "¿Qué es, Aeron?"
"En la Atlántida enfrentamos desafíos. Cada visitante debe resolver uno para ser parte de nuestra comunidad. ¿Están dispuestos?"
"¡Sí!" -dijo Lía con firmeza.
"¡Por supuesto!" -asintió Mateo.
El desafío era un acertijo, y debían trabajar juntos para resolverlo. El acertijo les pedía encontrar la respuesta a la pregunta: "¿Qué es lo que se da en abundancia cuando se comparte, pero aún así se multiplica?"
Luego de pensar en voz alta, Lía tuvo una idea. "¡Es el conocimiento! Cuando compartimos lo que sabemos, todos crecemos más. Como en el cole, ¡los amigos se ayudan!"
Mateo, emocionado, agregó: "¡Sí! ¡Me gusta! Al compartir, todos nos volvemos más sabios."
Aeron sonrió satisfecho. "Correcto. La Atlántida es un lugar donde el conocimiento nunca se detiene. Ahora, ustedes son parte de nuestra comunidad. ¡Felicidades!"
Mateo y Lía, radiantes de felicidad, se dieron cuenta de que su viaje no solo era un descubrimiento de un lugar mágico, sino de la importancia de compartir y aprender juntos.
Pasaron una semana aprendiendo y jugando con los habitantes de la Atlántida. Vieron increíbles máquinas que ayudaban a cultivar y a construir, aprendieron sobre la historia de la isla y crearon nuevas amistades.
Al final de su viaje, Aeron les dijo: "Ahora que han aprendido sobre la sabiduría de compartir, lleven este mensaje al mundo. La amistad y el conocimiento son tesoros que nunca se agotan."
Con sus corazones llenos de alegría y sabiduría, Mateo y Lía se despidieron de la Atlántida, sabiendo que regresarían un día. Subieron a su barca y comenzaron el camino de vuelta a casa, llevando consigo la lección más importante que habían aprendido: la verdadera magia de la Atlántida no estaba solo en su belleza, sino en el poder del conocimiento compartido y la amistad.
FIN.