El viaje a la emoción perdida



En el año 2143, en la ciudad de SentiCiudad, cada persona tenía un pequeño chip detrás de la oreja que regulaba sus emociones. Un día, una niña llamada Lila decidió que quería experimentar una emoción diferente. Lila era una niña aventurera, siempre buscando nuevas formas de sentir y disfrutar la vida. Un domingo, mientras sus amigos estaban desconectados y optaban por emociones suaves como la calma o la felicidad, Lila se conectó a la tienda de emociones y eligió la ‘valentía’.

"¡Qué emocionante!" - exclamó Lila con una sonrisa. "Con valentía, ¡podré escalar al árbol más alto del parque!". Así, corrió hacia el parque, se trepó hasta lo más alto y, desde allí, contempló la vista de SentiCiudad.

Pero el árbol era un poco más inestable de lo que había estimado. Un viento fuerte lo azotó justo cuando estaba viendo el horizonte. Lila sintió un nudo en la panza.

"¿Y si me caigo?" - pensó, midiendo la altura. Lila recordó que la valentía no daba garantía de que todo saldría bien, sino que significaba tener el coraje de enfrentar los desafíos. Así que tomó una respiración profunda y comenzó a bajar.

Mientras Lila bajaba, sintió cómo la valentía se desvanecía poco a poco y, sin darse cuenta, en su mente fue a la tienda de emociones nuevamente, esta vez en busca de 'miedo'. Sin embargo, en el mismo instante, un grupo de chicos empezó a murmurar. Uno de ellos era Nico, el chico nuevo del colegio.

"¿No es un poco peligroso lo que estás haciendo?" - le dijo Nico, un poco asustado pero intrigado. Lila se quedó paralizada por un momento.

"Tal vez... pero a veces hay que arriesgarse a hacer lo que parece aterrador" - respondió Lila con seguridad.

"No sé si puedo hacer algo así", admitió Nico, mirando hacia el árbol.

Lila lo observó. Nico se veía dudoso y un poco triste. Entonces, decidió compartir su secreto con él.

"Mirá, no siempre tengo valor. En realidad, eso fue solo una aplicación que elegí. El miedo forma parte de quienes somos. Pero enfrentar el miedo es lo que realmente nos hace fuertes. ¿Te gustaría probar mi chip de valentía?" - le ofreció Lila con una sonrisa.

"¿¿De verdad? ?" - preguntó Nico, con los ojos brillando de emoción. "¿Puedo?".

"Sí, ¡vamos!" - respondió Lila. Juntos recorrieron el camino hacia su casa.

Cuando Lila y Nico llegaron, se sentaron en la mesa de la cocina y Lila le mostró cómo cambiar las emociones en su chips. Cuando finalmente Nico instaló la valentía, piloto de pruebas.

"¡Esto es increíble!" - dijo Nico, notando que su pecho se sentía más ligero. "Ahora, ¿puedo trepar yo también?".

"¡Claro! Pero primero aprendamos a usar esa valentía con responsabilidad«, sugirió Lila. "A veces hay que ser valiente para ayudar a los demás".

Así, Lila y Nico decidieron organizar una actividad en su aula, un verdadero Concurso de Valentía. Invitaron a todos sus compañeros, y cada uno debía enfrentarse a una pequeña aventura que los hiciera sentir un poco de miedo, pero con el apoyo de sus amigos. Juntos construyeron puentes de señales, escalaron paredes de almohadones y hasta kokean.

Pero una mañana, ocurrió algo inesperado. La tienda de emociones dejó de funcionar. Nadie sabía por qué.

"¡¿Qué hacemos ahora! ?" - exclamó uno de sus amigos, angustiado.

"Se nos van a acabar las emociones!" - decía otro paniqueado. Lila miró a todos por un momento y se sintió un poco asustada también, pero entonces soltó una risa.

"Más allá de los chips, siempre hemos tenido algo especial en nosotros: la capacidad de sentir lo que nos rodea. Si no tenemos acceso a las emociones, vamos a tener que apoyarnos entre nosotros para enfrentarlo". La tristeza o el miedo son parte de la vida, aprendamos a convivir con ellos. Claro, siempre juntos y ayudándonos. ¡La verdadera valentía es aceptarla!".

Los chicos la miraron expectantes, empezando a sentir a la vez una pizca de incertidumbre, pero también de emoción. Así que poco a poco el miedo se fue transformando en acción y decidieron enfrentar la nueva realidad.

Lila y su grupo de amigos organizaron diferentes actividades que los llevaron a conectar con sus emociones de manera auténtica, sin depender de la tecnología. Hicieron una gran manta de amistad, donde escribieron los nombres de todos sus amigos y de su travesía.

Con el tiempo, la tienda de emociones fue reparada, pero muchos decidieron no volver a instalar sus viejas aplicaciones, eludiendo la pereza de no experimentar la vida por sí mismos.

Lila y Nico, junto a sus amigos, aprendieron que aunque el chip emocional podía ser divertido, lo más importante era la conexión y el apoyo entre ellos. Juntos, construyeron un mundo donde sus verdaderas emociones podían brillar. Y cuando regresó el momento de elegir aplicaciones, no dudaron en elegir la 'valentía' una vez más, pero ahora para enfrentar nuevos desafíos, sin dejar de lado la autenticidad que habían descubierto.

Al final del año, Lila y Nico organizaron un Festival de Emociones donde todos compartieron sus momentos, risas y un poco de llanto también. Así demostraron que las mejores aplicaciones siempre estaban dentro de ellos. Y desde aquel día, SentiCiudad brilló no solo por su tecnología, sino por la humanidad que floreció en cada corazón de sus habitantes.

FIN.

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