El viaje a la playa de la familia y su mascota
Una hermosa mañana de verano, la familia Rodríguez decidió emprender un viaje a la playa para pasar un fin de semana de diversión y descanso.
Mamá, papá, los hermanos Juan y María, y su traviesa mascota, Lucas, estaban emocionados por la aventura que les esperaba. -“¡Vamos a la playa, Lucas! ¡Va a ser genial! ”, exclamó Juan, acariciando la cabeza de su fiel amigo. -“Sí, va a ser increíble.
Solo necesitamos empacar nuestras cosas y estar listos para partir”, dijo papá con entusiasmo. Con mucha alegría, la familia se dispuso a preparar todo lo necesario para su viaje.
Llenaron la camioneta con todas sus pertenencias, incluyendo la tabla de surf de Juan, los juguetes de playa de María y por supuesto, la comida y la cama de Lucas. Con todo listo, emprendieron rumbo a la costa. El viaje transcurrió con risas, cantos y juegos, y pronto llegaron a un hermoso pueblo costero.
Al llegar, se instalaron en una acogedora cabaña cerca de la playa. Luego de acomodarse, decidieron ir a la orilla del mar para disfrutar del sol y la brisa marina. Sin embargo, al llegar a la playa, notaron que algo no estaba bien.
La arena estaba cubierta de basura y plásticos, lo que entristeció mucho a la familia. -“¡Qué desastre! Parece que la gente no cuida este hermoso lugar”, dijo mamá con pena. -“Así no se puede disfrutar de la playa”, agregó papá preocupado.
Pero entonces, Juan tuvo una brillante idea. -“¡Chicos, podemos hacer algo al respecto! Vamos a limpiar la playa y hacerla aún más hermosa”, exclamó entusiasmado. Todos asintieron y, sin dudarlo, se pusieron manos a la obra.
Con bolsas de basura en mano, recogieron cada pedazo de desperdicio que encontraron. Poco a poco, la playa volvió a lucir radiante. Al terminar, se sentaron juntos a descansar y contemplar el hermoso paisaje que habían contribuido a preservar.
Fue entonces que un grupo de turistas que disfrutaban de la playa se les acercó para felicitarlos por su valioso trabajo. Esa tarde, la familia disfrutó de juegos en la arena, deliciosos snacks y momentos de gran alegría.
Al regresar a la cabaña, cenaron juntos con una sensación de satisfacción por haber contribuido a cuidar el medio ambiente. En esa noche, todos se quedaron dormidos con una sonrisa en el rostro, sabiendo que habían vivido una gran aventura en la playa.
Al día siguiente, partieron de regreso a su hogar, llevando consigo inolvidables recuerdos de su viaje familiar.
¡Pero sobre todo, llevaron el orgullo de haber sido responsables con el cuidado del planeta! Y así, la familia Rodríguez aprendió que con esfuerzo y solidaridad, cualquier lugar puede convertirse en un paraíso. ¡Incluso la playa!
FIN.