El Viaje a la Tierra de los Lindos
Había una vez una niña llamada Sofía, que vivía en un pequeño pueblo rodeado de montañas. Sofía era curiosa y tenía una imaginación desbordante. Un día, sus papás le contaron sobre un lugar mágico que habían descubierto: ¡la Tierra de los Lindos!
- Mamá, ¿qué es eso de la Tierra de los Lindos? - preguntó Sofía, sus ojos brillando de emoción.
- Es un lugar donde todo brilla y donde las cosas lindas nunca terminan - respondió su madre.
- ¡Vamos ya! - exclamó Sofía, llena de entusiasmo.
Entonces, la familia subió a su coche y partieron hacia la aventura.
Llegaron a la Tierra de los Lindos, y lo primero que vieron fue un arco iris gigantesco que parecía tocar el suelo. Sofía saltó de alegría.
- ¡Mirá, papá! ¡Es un arco iris! - dijo Sofía.
- Vamos a explorar - respondió su papá, tomando la mano de Sofía.
Mientras caminaban por el sendero de flores vibrantes y árboles de caramelo, Sofía se detuvo en un lugar donde había un estanque que reflejaba el cielo.
- ¡Qué lindo! - susurró Sofía.
Justo en ese momento, una rana saltó de entre los juncos.
- ¡Hola, pequeña! ¡Bienvenida a mi hogar! - croó la rana, haciendo saltar a Sofía.
- ¿Tú hablas? - preguntó, incrédula.
- Sí, aquí todo puede hablar - dijo la rana con una sonrisa. - Y no solo yo, hay muchos otros.
Sofía estaba fascinada. Empezaron a caminar juntos y la rana le mostró más lugares encantadores: un jardín donde los flores cantaban y un árbol enorme que brindaba sombra y cuentos mágicos.
- ¡Esto es increíble! - dijo Sofía, mirando a su alrededor. - ¿Puedo quedarme aquí para siempre?
- La Tierra de los Lindos esconde secretos - respondió la rana. - Pero para disfrutar de ellos, debes recordar lo más importante: compartir tu alegría.
Sofía frunció el ceño, no entendía del todo lo que la rana quería decir. Pero siguió explorando. Más tarde, vio a un pequeño grupo de animalitos tristes cerca de un árbol de galletas. Sofía se acercó a ellos.
- ¿Qué les pasa? - preguntó.
- Estamos tristes porque nos falta un amigo - dijeron los animalitos en coro.
Sofía se sintió conmovida. Recordó lo que la rana le había dicho sobre compartir la alegría.
- ¿Quieren jugar? - propuso Sofía, sonriendo. - ¡Podemos hacer una fiesta!
Los animalitos miraron a Sofía, sus ojos llenos de esperanza.
- ¡Sí! - aulló el más pequeño, un erizo. - ¡Nos encantaría!
Sofía y los animalitos empezaron a bailar, a cantar y a jugar. Pronto, la tristeza se transformó en risas y alegría. La rana, desde la orilla, observaba satisfecho.
- has hecho un buen trabajo, Sofía - croó. - Ahora ves cómo compartir la alegría puede atraer más felicidad.
Cuando el sol comenzó a ponerse, Sofía se dio cuenta de que era hora de regresar a casa. Agradeció a sus nuevos amigos, prometiendo volver.
- Nunca olvides lo que aprendiste hoy - le dijo la rana. - La alegría se multiplica cuando la compartimos.
Y así, Sofía volvió a casa con su papá y su mamá. La Tierra de los Lindos había dejado una huella en su corazón.
- ¿Te divertiste, Sofía? - preguntó su papá mientras la abrazaba.
- Sí, ¡y aprendí algo muy especial! - respondió ella con una sonrisa. - ¡Tengo que contarles a todos!
Desde entonces, Sofía no solo buscó la belleza de las cosas lindas, sino que también se dedicó a compartir su alegría con todos a su alrededor, convirtiendo su pequeño pueblo en un lugar más feliz.
Y así, el viaje a la Tierra de los Lindos se convirtió en una hermosa historia que Sofía llevaría en su corazón por siempre.
FIN.