El Viaje a la Verdad



Había una vez un niño llamado Lucas, que vivía en un pequeño pueblo junto a su familia. Un día, mientras comía su carne preferida, se detuvo a pensar.

"¿De dónde viene la carne que estoy comiendo?" - se preguntó a sí mismo. La curiosidad lo invadió y decidió que debía descubrir la verdad.

Lucas miró a su alrededor y se dirigió primero a su papá.

"Papá, ¿de dónde viene la carne del plato?" - inquirió Lucas.

"Ah, de la carnicería, hijo. Sabés que siempre compramos carne de buena calidad" - respondió su padre despreocupadamente mientras cortaba verduras. Lucas se decepcionó un poco, pero no se rendiría.

Luego, fue a su mamá.

"Mamá, ¿de dónde viene la carne que comemos?" - preguntó.

"De los animales, querido, pero no te preocupes por eso, solo disfrútala" - contestó ella con una sonrisa mientras servía la comida.

No satisfecha con esas respuestas, Lucas decidió preguntar a su hermana mayor, Ana.

"Ana, ¿dónde se consigue la carne?" - preguntó.

"En la super, bro, donde mamá compra todo, ya sabés..." - dijo Ana mientras escuchaba música. Lucas suspiró, sintiéndose aún más perdido.

Finalmente, se acercó a su abuela, quien siempre le contaba historias.

"Abuela, ¿puedo preguntarte algo?" - pidió Lucas tímidamente.

"Claro, mi amor. Pregunta lo que quieras" - animó su abuela con cariño.

"¿De dónde viene la carne que comemos?" - inquirió Lucas, esperando que esta vez la respuesta fuera la correcta.

La abuela dejó de tejer, y miró a Lucas a los ojos con ternura.

"Hijo, ven, sentate junto a mí. La carne que comes proviene de animales, y es importante reconocerlo. Cada pedacito en tu plato es parte de un ser vivo que nos da su vida para alimentarnos" - explicó su abuela.

Lucas sintió un revuelo en su estómago.

"¿Los animales sufren?" - preguntó, algo preocupado.

"Esa es la parte difícil de la verdad, Lucas. Muchos sí sufren, pero hay quienes trabajan para que el proceso sea lo más respetuoso posible, y siempre hay que agradecerles a ellos y a la naturaleza" - dijo su abuela.

Lucas asintió, tomando un momento para reflexionar.

"¿Y qué podemos hacer, abuela?" - preguntó.

"Podemos ser conscientes de lo que comemos, elegir alimentos de fuentes responsables y respetar la vida de los animales. Amar la verdad significa apreciar lo que tenemos y el sacrificio detrás de ello" - respondió su abuela sabiendo que había cultivado una importante lección en su nieto.

Desde ese día, Lucas no solo comió con más atención, sino que también se volvió un defensor del cuidado del medio ambiente y respeto hacia los animales, compartiendo lo aprendido con su familia y amigos.

La curiosidad de Lucas no solo lo llevó a buscar la verdad sino también a promover el amor y respeto hacia todas las criaturas del mundo.

Y así, en el corazón de un niño, nació un nuevo amor hacia la verdad y la vida misma.

FIN.

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