El viaje a las estrellas



Había una vez, en un pequeño pueblo rodeado de colinas, una niña llamada Valentina. Valentina amaba mirar al cielo, especialmente de noche, cuando las estrellas titilaban como pequeños diamantes. Su abuelo, Don Miguel, siempre la acompañaba en esas noches mágicas, contándole historias sobre cada estrella y su significado.

Una tarde, mientras se preparaban para ver las estrellas, Valentina preguntó:

- Abuelo, ¿cómo es vivir en las estrellas?

Don Miguel sonrió y respondió:

- Las estrellas son como sueños, Valentina. Cada una tiene su propia historia, y al mirar al cielo, podemos imaginarnos volando hasta ellas.

Esa noche, cuando la luna brillaba más que de costumbre, Valentina le propuso a su abuelo:

- ¡Quiero ir a visitar a las estrellas!

- Eso suena maravilloso, querida, pero ¿cómo haríamos para llegar? - dijo Don Miguel.

Valentina pensó un momento y respondió con firmeza:

- Podemos construir un cohete con cartones y volar hasta el cielo.

Don Miguel no pudo evitar reírse, aunque sabía que la idea era impracticable, decidió seguirle el juego.

- Está bien, entonces empecemos a construir nuestro cohete.

Los dos pasaron días armando lo que imaginaban sería su nave espacial, utilizando cajas, tubos de cartón y mucha pintura. Valentina le dibujó estrellas y planetas, mientras que su abuelo le contaba historias de exploradores espaciales.

Finalmente, el día del lanzamiento llegó. Con el cohete listo en el patio de su casa, Valentina se puso un casco de bicicleta y le pidió a su abuelo que la ayudara a subir al —"cohete" .

- ¡Contemos hasta tres y despegamos! - gritó Valentina, emocionada.

- ¡Uno, dos, tres, despegue! - exclamaron juntos mientras Don Miguel la levantaba.

Valentina imaginó que estaban despegando. Cerró los ojos con fuerza y soñó que surcaban el espacio, rodeados de estrellas.

De pronto, en su mente, vio un mundo lleno de estrellas sonriendo, una luna sonrojada que les decía:

- Bienvenidos, exploradores. ¿Qué les trae a nuestro universo?

- Venimos a conocerlas y traer un mensaje de amor desde la Tierra - contestó Valentina, sintiéndose valiente.

Las estrellas comenzaron a brillar aún más, como si celebraran su llegada.

- Amor, ¿eh? - dijo una estrella brillante. - El amor es la energía más poderosa del universo. ¿Qué saben ustedes de él?

- Sabemos que el amor une a las familias y hace que brillen los días, como ustedes brillan en el cielo durante la noche - respondió Valentina.

Las estrellas quedaron sorprendidas ante la respuesta de la niña. Se miraron entre sí y decidieron compartir un secreto:

- Si quieren llevar amor a su hogar, deben recordar que el verdadero amor se comparte con pequeños actos de bondad.

Valentina asintió, emocionada.

- ¡Lo haremos! - prometió con toda su energía.

Cuando Valentina regresó a su patio, abrió los ojos y vio a su abuelo mirándola con ternura.

- ¿Dónde estuviste, mi valiente exploradora? - preguntó Don Miguel con una sonrisa.

- En las estrellas, abuelo, y aprendí que el amor se muestra en acciones pequeñas - explicó Valentina con ojos brillantes.

Esa noche, Valentina y Don Miguel decidieron poner en práctica la lección aprendida. Hicieron dulces para los vecinos, ayudaron a una señora mayor a llevar sus bolsas, y hasta le dibujaron un hermoso cuadro a su tía. A medida que pasaban los días, Valentina notó que cada acto de bondad hacía que su corazón se sintiera más ligero y feliz.

Una noche, mientras miraban las estrellas, Valentina le dijo a su abuelo:

- ¡Las estrellas tenían razón! ¡El amor es el mejor regalo!

- Así es, mi vida. A veces, los mejores viajes son los que hacemos sin movernos de casa. - respondió Don Miguel, sintiendo el calor de ese amor compartido.

Desde entonces, Valentina no solo miraba las estrellas, sino que también se aseguraba de que su luz brillara todos los días en su hogar y en su comunidad, recordando siempre el mensaje de amor que había traído del cielo. Y así, con amor y bondad, la niña se convirtió en una estrella en el corazón de todos los que la rodeaban.

FIN.

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