El Viaje a Través del Tiempo



Una vez, en una ciudad llena de ruidos y luces, vivía una pareja llamada Lucas y Sofía. Eran grandes aventureros y estaban por emprender su viaje soñado: un vuelo hacia el corazón de la selva amazónica.

"Estoy tan emocionada por ver los paisajes y aprender sobre la naturaleza", dijo Sofía mientras abrochaba su cinturón de seguridad.

"Y yo, además quiero aprender sobre las culturas locales", respondió Lucas, mirando por la ventana del avión.

Mientras el avión ascendía hacia el cielo, Sofía tomó un libro sobre la historia de la selva. Lucas, por su parte, revisaba la lista de cosas que habían planeado hacer. De repente, el piloto anunció algo inusual.

"Atención, pasajeros, estamos atravesando una zona de turbulencia inusual. Por favor, mantengan la calma", dijo el piloto.

Las luces comenzaron a parpadear y un brillo extraño apareció frente a la ventana. Sofía y Lucas se miraron con sorpresa.

"¿Ves eso?", preguntó Sofía, señalando hacia la luz.

"Sí, parece... como un portal", dijo Lucas, mientras su corazón se aceleraba.

En un abrir y cerrar de ojos, el avión fue absorbido por el resplandor. Cuando la luz se desvaneció, todos los pasajeros se dieron cuenta de que habían aterrizado en un lugar desconocido. El avión había aterrizado en un bosque espeso y exuberante, sin rastro de ciudades ni tecnología.

"¿Dónde estamos?", preguntó Sofía, asustada.

"No tengo idea, pero parece un lugar mágico", dijo Lucas mientras salía del avión para explorar.

Al bajar, se encontraron rodeados de enormes árboles y extrañas criaturas que nunca habían visto. En el aire flotaba un aroma a frutas exóticas.

"¡Mira!", exclamó Sofía, señalando una especie de ave de colores brillantes.

"Es hermosa. Este lugar es increíble", dijo Lucas con una gran sonrisa.

Pronto se dieron cuenta de que necesitaban encontrar la forma de regresar a casa. Mientras caminaban, se encontraron con un grupo de criaturas que se parecían a pequeños duendes.

"¡Hola, humanos!", dijeron los duendes al unísono. "¿Qué hacen en nuestra tierra?"

"No sabemos cómo llegamos aquí. ¡Atraviesamos un portal!", explicó Sofía, aún atónita.

"Buena suerte para volver, necesitan completar tres desafíos para regresar", dijo uno de los duendes, que parecía el líder.

Sofía y Lucas se miraron, un poco asustados, pero decididos.

El primer desafío consistía en encontrar una flor rara que otorgaba sabiduría. Tuvieron que cruzar un río, donde un gran pez los ayudó a descubrir la flor oculta tras unas piedras.

"¡Lo logramos! Esta flor es hermosa", gritó Lucas mientras la sostenía.

"Y nos enseñó que se necesita confianza y ayuda para avanzar", agregó Sofía.

El segundo desafío era hacer reír a un árbol que tenía el poder de la risa. Sofía se subió a un pequeño banco y empezó a contar chistes.

"¿Por qué el globo no se fue a la escuela? ¡Porque se sabía todo!", dijo. Los duendes rieron y, por fin, el árbol también sonrió.

"Muy bien, humanos. Han pasado el segundo desafío", dijo el árbol, dejando caer unas hojas mágicas que los guiaron a su próximo destino.

El tercer desafío era encontrar el corazón de la selva, un cristal que otorgaba el poder de regresar a casa. Después de muchas aventuras, descubrieron que el cristal estaba oculto dentro de una cueva.

"No estoy tan seguro de querer entrar", dijo Lucas, visiblemente nervioso.

"Podemos hacerlo juntos", le respondió Sofía, tomándole la mano.

Cuando entraron, se sintieron rodeados por una intensa luz que emitía el cristal. Al tocarlo juntos, una voz mágica les dijo:

"Han demostrado valentía, cooperación y alegría. ¡Regresen a su mundo y compartan lo aprendido!"

De repente, surgió el mismo portal por el que habían llegado. Lucas y Sofía, abrazados, cruzaron el umbral. En un instante, se encontraron nuevamente en su asiento de avión, como si solo hubieran parpadeado.

"¿Crees que fue un sueño?", preguntó Sofía, mirando a Lucas con una sonrisa.

"No, fue una aventura increíble. Siempre recordaremos la importancia de explorar, ayudar y reír", respondió él.

Cuando finalmente aterrizaron, los dos miraron al cielo, recordando las maravillas que habían vivido y la lección de que el verdadero viaje es también el que hacemos dentro de nosotros mismos.

FIN.

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