El viaje a través del tiempo de Mateo



Era un día radiante en la pequeña ciudad de Villa Esperanza. Mateo, un niño curioso de diez años, estaba en su casa, sentado en su sala de estar, disfrutando de un rico mate que le había preparado su abuela.

"¡Hola, Mateo! ¿Te gustaría ayudarme en el jardín?", le preguntó su abuela mientras le daba un sorbo a su mate.

"Claro, abuela. Pero primero, quiero explorar el escondite que encontré en el fondo del patio", respondió Mateo con entusiasmo.

Con la aprobación de su abuela, Mateo salió corriendo hacia el rincón menos explorado de su casa. Al llegar, se topó con una pequeña puerta cubierta de hiedra. La puerta estaba entreabierta, y, lleno de curiosidad, decidió asomarse.

"¿Qué habrá detrás de esta puerta?", se preguntó mientras empujaba un poco más la puerta y entraba.

Dentro, descubrió una habitación polvorienta llena de cosas viejas: relojes, libros, y un gran mapa del mundo. Mientras inspeccionaba todo, encontró un reloj antiguo que llamó su atención. Era hermoso y brillaba a pesar del polvo.

"¡Guau! ¿Qué haría yo con un reloj tan viejo?", se dijo Mateo en voz alta. Sin pensarlo, dio cuerda al reloj y, para su sorpresa, una luz brillante lo envolvió.

Cuando la luz se disipó, se encontró en un campo verde lleno de flores y árboles.

"¿Dónde estoy?", murmuró Mateo asustado.

"¡Hola! Bienvenido a la Tierra de los Sueños!", dijo una voz detrás de él. Era un pequeño duende de cabellos verdes.

"¿Tierra de los Sueños? ¿Pero cómo llegué acá?", preguntó Mateo con intriga.

"El reloj que encontraste es un portal. Te lleva a diferentes momentos y lugares que solo existen en los sueños. Pero debes tener cuidado, ¡el tiempo es muy valioso aquí!", explicó el duende.

Mateo, emocionado, decidió explorar la Tierra de los Sueños con su nuevo amigo, que se llamaba Lulu. Juntos viajaron a través de distintos escenarios: un bosque encantado, un castillo hecho de dulces, y un océano de colores donde los peces cantaban. En cada lugar, conocieron criaturas extraordinarias que les enseñaron valentías, amistad, y la importancia de cuidar el tiempo.

Sin embargo, después de varias aventuras, comenzaron a notar que el cielo cambiaba de color y se sentía una inquietud en el aire. Lulu le dijo a Mateo:

"El tiempo está corriendo demasiado rápido aquí. Debemos regresar antes que se cierre el portal y quedemos atrapados en un sueño eterno!"

"¡Pero nosotros todavía no hemos visto todo lo que hay aquí!", objetó Mateo, aturdido por la idea de dejar atrás su aventura.

"Lo sé, pero aquí hemos aprendido cosas valiosas. A veces, es más importante el viaje que el destino. Si no volvemos, nunca podremos contarle a la abuela nuestras experiencias", aclaró Lulu.

Mateo reflexionó sobre lo que dijo Lulu. De repente, se dio cuenta de que todas las aventuras que habían tenido eran geniales, pero compartirlas con alguien que los amaba significaba aún más. Así que decidió que era hora de regresar.

"Está bien, volvamos a casa". Y así, juntos, encontraron el camino de regreso al reloj.

Una vez más, Mateo giró la manecilla, y se sintió envuelto en una luz brillante. Al abrir los ojos, se encontraba de nuevo en el escondite de su casa con el reloj en la mano. Sin perder tiempo, corrió hacia su abuela, quien estaba en la cocina.

"¡Abuela, te tengo una historia increíble!", exclamó Mateo emocionado.

"¿De verdad, Mateo? Cuéntame todo sobre tu aventura!", dijo su abuela, sonriendo.

Y así, Mateo se sentó con su abuelo, le contó cada detalle sobre la Tierra de los Sueños y lo que había aprendido. A partir de aquel día, nunca más subestimó el valor del tiempo, y siempre valoró los momentos que compartía con su familia, asegurándose de vivir cada día como una nueva aventura.

La magia del reloj nunca se desvaneció; cada vez que miraba hacia el atardecer, recordaba que la vida era un regalo que merecía ser disfrutado, no solo en los sueños, sino también en la realidad.

Y desde ese entonces, Mateo y su abuela tomaban mate en el jardín, creando nuevos recuerdos y disfrutando del tiempo juntos, un tesoro que jamás se perdería.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!