El Viaje a Yanelia



Una vez, en un tranquilo barrio de Buenos Aires, un niño de 9 años llamado Lucas soñaba con aventuras. Su padre, un explorador retirado, siempre le contaba historias sobre lugares lejanos y misteriosos. Un día, mientras revisaban viejas fotos y mapas en el desván, Lucas descubrió un antiguo mapa de un país escondido llamado Yanelia.

"- Papá, ¿qué lugar es este?" preguntó Lucas, apuntando al mapa amarillo y desgastado.

"- Yanelia es un país mágico, lleno de maravillas y secretos. Nadie sabe exactamente dónde está, pero he escuchado historias increíbles sobre él", respondió su padre con una sonrisa nostálgica.

Lucas, emocionado, decidió que quería encontrar Yanelia. Juntos, empezaron a investigar y planear su aventura. Prepararon una mochila con todo lo necesario: una brújula, bocadillos, una linterna y, por supuesto, sus mapas.

Al día siguiente, con el mapa doblado cuidadosamente en su bolsillo, Lucas y su padre partieron en su viaje. Después de horas de caminata por el bosque, llegaron a un claro donde se encontraba un portal mágico, como en las historias de su padre.

"- ¡Mirá, papá! ¡Ese es el portal!" gritó Lucas, apuntando entusiasmado.

Cuando cruzaron el portal, se encontraron en Yanelia. Era un lugar lleno de colores vibrantes y criaturas asombrosas. Un río de agua cristalina serpenteaba entre colinas cubiertas de flores de todos los tamaños y formas.

"- ¡Esto es increíble!" exclamó Lucas, mientras corría hacia el río. De repente, escucharon un ruido extraño. De detrás de un arbusto apareció un pequeño dragón azul que parecía asustado.

"- No tengas miedo, pequeño amigo. Solo venimos de visita", le dijo el padre de Lucas entre risas.

El dragón, llamado Bubi, se unió a ellos y les ofreció un recorrido por Yanelia. Juntos exploraron el Reino de las Nubes, donde los nubes eran de algodón de azúcar, y el Valle de los Espejos, donde columnas de agua reflejaban los sueños de las personas.

"- ¿Ves esas flores que brillan? Si las recolectamos y hacemos un deseo, se harán realidad", explicó Bubi, mientras apuntaba a unas flores resplandecientes.

"- Quiero que mi mamá venga a ver este lugar", deseó Lucas al recoger una flor.

Sus deseos se hicieron realidad de muchas formas. En cada lugar que visitaban, Lucas aprendía algo nuevo, ya sea sobre las estrellas, la naturaleza o la importancia de la amistad y la familia.

Sin embargo, mientras viajaban, se dieron cuenta de que el Dragón de la Noche, un antiguo guardián del país, había perdido su luz y estaba apagando la magia de Yanelia. Lucas y su padre decidieron ayudarlo, asegurándose de que su viaje fuera aún más emocionante.

"- ¡Debemos encontrar la fuente de su luz!" propuso Lucas, decidido.

Bubi llevó a Lucas y a su padre al Corazón de Yanelia, un lago resplandeciente. Allí, luciérnagas danzaban, iluminando el lugar. Para recuperar la luz del dragón, Lucas debía hacer una promesa auténtica.

"- Te prometo que siempre cuidaré la magia de este lugar y que nunca olvidaré la importancia de la amistad", dijo Lucas con el corazón en la mano.

Con esas palabras, el dragón recuperó su luz en un estallido de colores y magia. Yanelia volvió a brillar con toda su fuerza. El Dragón de la Noche, agradecido, decidió que Lucas y su padre serían sus amigos por siempre y los invitó a visitar Yanelia de nuevo cada vez que quisieran.

"- Este fue el mejor día de mi vida", dijo Lucas mientras cruzaban el portal de regreso a casa.

"- ¡Esto es solo el comienzo, hijo! Hay muchos más mundos por descubrir", contestó su padre, sonriendo.

De vuelta en Buenos Aires, Lucas guardó el mapa y las flores brillantes como recordatorio de que la aventura nunca termina y que, con un poco de coraje y curiosidad, uno puede descubrir tesoros escondidos en las cosas más simples de la vida. La magia no solo está en los países lejanos, sino en cada momento compartido con aquellos que amamos.

FIN.

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