El Viaje Aéreo de Germy su Avión de Papel
Había una vez un niño llamado Germy, que vivía en un pequeño pueblo rodeado de campos verdes y cielos azules. Todos los días, cuando veía aviones surcando el firmamento, se llenaba de alegría y curiosidad.
"¿Cómo pueden volar tan alto? ¿Qué magia usan para moverse tan rápido?" - solía preguntarse mientras miraba con asombro.
Un día, Germy decidió que quería saber más sobre los aviones. Se sentó en el patio de su casa, tomó un cuaderno y comenzó a dibujar aviones de papel. Hizo uno grande, otro chiquito y hasta uno con forma de pájaro. Cuando terminó, se sintió orgulloso.
"¡Mirá cómo vuelan!" - exclamó, lanzando sus creaciones al viento. Pero, los aviones de papel apenas surcaban unos metros antes de caer al suelo. Germy frunció el ceño. "No es suficiente, necesito aprender más".
Al día siguiente, Germy fue a la biblioteca del pueblo. Allí, encontró libros llenos de información sobre la historia de la aviación y algunos diseños de aviones famosos. Se sumergió en ellos y descubrió que los aviones usaban alas para levantar el vuelo.
"¡Eso es!" - pensó Germy. "Si puedo hacer un avión de papel con buenas alas, tal vez volará mejor".
Regresando a casa, comenzó a experimentar. Hizo alas más anchas, les agregó un estabilizador y, para su sorpresa, su nuevo avión de papel voló un poco más lejos.
"¡Lo logré!" - gritó emocionado.
Pero Germy no se detuvo ahí. Quería construir el avión de papel más aerodinámico de todos. Así que se dedicó a investigar sobre aerodinámica, escuchando a sus maestros en la escuela y viendo videos en internet. Mientras tanto, un grupo de amigos lo vio probar sus aviones.
"¿Qué estás haciendo, Germy?" - preguntó su amiga Sofía.
"Estoy construyendo el mejor avión de papel. ¡Ven, ayúdame!" - respondió él, con el rostro iluminado de entusiasmo.
Los amigos de Germy se unieron a la diversión. Juntos, hicieron una competencia de aviones. Cada uno diseñó su propio modelo, y Germy presentó su creación especial. Todos estaban ansiosos por probar quién podía hacer volar su avión más lejos.
"¡A la cuenta de tres!" - gritó Germy. "Uno, dos... ¡tres!" Y todos lanzaron sus aviones al aire. El viento sopló justo a tiempo, y los aviones volaron alto y lejos. Germy vio cómo su avión, gracias a todas sus investigaciones y esfuerzos, se elevó más que los demás.
"¡Miren! ¡Está volando como una flecha!" - exclamó un amigo, aplaudiendo.
De repente, el avión de Germy hizo un giro inesperado y comenzó a descender. Al caer, aterrizó justo en el jardín de un anciano, Don Luis, que los estaba observando desde su porche.
"¿Quién es el piloto de ese magnífico aparato?" - preguntó Don Luis, riendo.
"Soy yo, Germy" - dijo el niño, acercándose nerviosamente.
"¿Sabías que yo fui piloto en mis tiempos jóvenes?" - dijo Don Luis, con una sonrisa nostálgica.
Germy se emocionó y empezó a hacerle preguntas sobre su experiencia. Don Luis le explicó cómo era trabajar con aviones y todas las aventuras que vivió.
"Si quieres saber más, puedo enseñarte algunos trucos para volar mejor esos aviones de papel" - propuso el anciano.
Los días siguientes, Germy visitaba a Don Luis, quien lo guió en técnicas de vuelo y diseño. El anciano también compartió historias de aviones y cómo la pasión y disciplina son claves para cualquier cosa que uno quiera lograr.
Con cada lección, Germy se volvía mejor. Practicaban juntos y hasta hicieron un torneo entre todos sus amigos.
Finalmente, llegó el día del torneo. Germy estaba nervioso, pero también emocionado. Con su avión de papel en mano, escuchó a su amigo Maximiliano decir:
"¡Germy, vamos, vos podés!"
El viento soplaba suavemente, y al momento de lanzar, pudo ver cómo su avión ascendía alto, desafiando las nubes.
"¡Lo logró!" - gritaron todos, aplaudiendo y animándolo.
Germy ganó el torneo, no solo por la distancia que alcanzó su avión, sino porque había aprendido a trabajar en equipo, a nunca rendirse y a seguir su pasión.
"Gracias, Don Luis, por ayudarme a creer en mí mismo" - dijo Germy, abrazando al anciano.
"Recuerda, siempre hay algo nuevo que aprender" - respondió Don Luis, viendo a la multitud aplaudir.
Desde aquel día, Germy no solo continuó construyendo aviones de papel, sino que también decidió que en el futuro quería ser ingeniero aeronáutico. Sabía que, con esfuerzo y dedicación, podría hacerlo realidad. Y así, cada vez que veía un avión surcando el cielo, sabía que había un camino lleno de posibilidades esperando a ser descubierto.
Y así, Germy vivió su propia aventura en el cielo, siempre impactando a quienes lo rodeaban con su entusiasmo y creatividad.
Fin.
FIN.