El viaje al planeta encantado


Había una vez en un pequeño pueblo llamado Villa Esperanza, tres amigos inseparables: Martina, Juan y Sofía. Les encantaba jugar juntos en el parque todas las tardes después de la escuela.

Un día, mientras construían castillos de arena, a Juan se le ocurrió una idea brillante. - ¡Chicos! ¿Qué les parece si construimos un cohete y viajamos a otro planeta? -propuso emocionado.

Martina y Sofía lo miraron con asombro al principio, pero luego sus ojos se iluminaron de emoción ante la idea de vivir una aventura tan increíble. - ¡Sí! ¡Vamos a construir un cohete! -exclamó Sofía entusiasmada. Sin perder tiempo, los tres amigos comenzaron a recolectar materiales para su misión espacial.

Utilizaron cajas de cartón viejas, tubos de papel higiénico, tapas de botellas y mucha imaginación para armar su cohete. Trabajaron juntos durante días, pintando el cohete con colores brillantes y agregando luces parpadeantes hechas con linternas pequeñas. Finalmente, llegó el gran día del lanzamiento.

Con sus trajes espaciales improvisados puestos y cascos hechos con macetas cubriendo sus cabezas, los valientes astronautas subieron a bordo del cohete listos para despegar hacia lo desconocido.

- ¡Preparense para el despegue! -gritó Juan desde la cabina del piloto. Con un empujón fuerte de Martina desde afuera, el cohete empezó a moverse lentamente al principio y luego cobró velocidad por todo el parque hasta alcanzar alturas insospechadas.

Los niños gritaban emocionados mientras veían cómo las nubes pasaban rápidamente por las ventanillas improvisadas del cohete. De repente, sintieron un fuerte sacudón seguido por un silencio absoluto. Cuando abrieron los ojos cautelosos descubrieron que habían llegado a un planeta totalmente nuevo y desconocido.

El paisaje era surrealista: árboles gigantes con hojas multicolores flotaban en el aire y criaturas extrañas volaban por doquier. - ¡Increíble! ¡Estamos en otro planeta! -exclamó Martina maravillada. Los tres amigos salieron del cohete explorando aquel mundo mágico lleno de sorpresas.

Descubrieron ríos de chocolate donde podían pescar caramelos gigantes y montañas que cambiaban de color según la música que tocaban en ellas. Cada paso era una aventura nueva e inesperada que fortalecía aún más su amistad.

Pero pronto llegó la hora de regresar a casa antes de que sus familias empezaran a preocuparse por ellos.

Con lágrimas en los ojos pero corazones llenos de gratitud por esa experiencia única, los tres amigos abordaron nuevamente su fiel cohete hecho con tanto amor y dedicación. El viaje de regreso fue igualmente emocionante; vieron estrellas fugaces bailando alrededor del cohete mientras atravesaban veloces asteroides luminosos que iluminaban su camino hacia casa.

Finalmente, después de una travesía llena de aventuras inolvidables, aterrizaron suavemente en el mismo parque donde todo comenzó. - ¡Nunca olvidaremos este viaje juntos! -dijo Juan abrazando a sus amigos con cariño.

Martina asintió emocionada mientras Sofía secaba una lágrima furtiva con la manga de su traje espacial hecho pedazos por la travesía interplanetaria. Los tres sabían que aquella aventura había sido solo el comienzo de muchas otras experiencias increíbles que vivirían juntos como verdaderos amigos inseparables en Villa Esperanza.

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