El viaje cósmico de Tomás



Había una vez un niño llamado Tomás que vivía en un pequeño pueblo al borde de un lago. Desde muy pequeño, Tomás sentía una gran curiosidad por el mundo que lo rodeaba. Mientras sus amigos jugaban, él pasaba horas observando la forma de los árboles, los edificios y hasta las nubes. Su mayor fascinación eran las figuras geométricas y cómo se relacionaban en el espacio.

Un día, mientras estaba en su habitación, encontró un viejo libro en el armario de su abuelo. El libro hablaba sobre figuras geométricas y tenía imágenes de mundos lejanos donde esas figuras cobraban vida. Tomás sintió que su corazón latía rápido.

"¡Yo quiero conocer esas figuras!" - exclamó.

De repente, el libro comenzó a brillar, y una puerta mágica se abrió ante él. Le dio un paso al frente y, en un instante, se encontró flotando en el espacio, rodeado de estrellas y planetas.

En ese momento, un pequeño ser brillante apareció volando alrededor de él.

"¡Hola! Soy Geo, el guardián de las figuras geométricas. Bienvenido a la Galaxia de las Formas" - dijo el ser, mientras realizaba piruetas en el aire.

Tomás no podía creer lo que veía.

"¿De verdad? ¡Estoy aquí para aprender!" - respondió emocionado.

Geo sonrió y lo llevó a una esfera gigante que parecía hecha de cristal.

"Esta es la Esfera de la Sabiduría. Aquí verás cómo se relacionan las figuras geométricas. Vamos a empezar con los triángulos" - dijo Geo, mientras señalaba tres triángulos danzando en el aire.

Cada triángulo tenía un color diferente: rojo, azul y amarillo. Cada uno representaba un tipo diferente de triángulo: equilátero, isósceles y escaleno.

"Observá cómo se combinan para formar un hexágono" - explicó Geo.

Tomás quedó maravillado.

"¡Es increíble! Y si pongo dos triángulos más juntos, puedo formar una estrella también" - dijo Tomás, utilizando su imaginación.

Geo sonrió y lo llevó a un lugar donde se encontraban magníficos cubos, cilindros y pirámides.

"Ahora vamos a aprender sobre las relaciones espaciales. Fijate en cómo se apilan estos sólidos. ¿Ves cómo el cubo se sostiene sobre el cilindro? Esto se llama equilibrio" - explicó.

Tomás se divirtió viendo todo el espectáculo. Pero de repente, se dio cuenta de que uno de los cubos estaba a punto de caer.

"¡Geo! ¡Ese cubo se va a caer!" - gritó Tomás.

"No te preocupes, eso es parte del aprendizaje. Toda figura tiene su propio equilibrio y peso. Veamos qué sucede" - respondió Geo, guiando a Tomás para que observase.

El cubo, efectivamente, se cayó, pero no estaba solo; al caer sobre el cilindro, produjo una reacción en cadena y todos los sólidos comenzaron a moverse.

"¿Ves? A veces, lo que parece un error, puede ser una lección valiosa. Cada figura interactúa de manera única" - comentó Geo.

Al continuar su aventura, Tomás llegó a un planeta donde todo era tridimensional. Allí conoció a la Princesa Ángulo, que estaba muy triste.

"¿Por qué estás triste?" - le preguntó Tomás al ver su expresión preocupada.

"He perdido mis ángulos felices. Sin ellos, no puedo formar figuras hermosas" - respondió la princesa.

Tomás decidió ayudarla. Juntos, comenzaron a buscar los ángulos en todo el planeta. Cada vez que encontraban un ángulo, Tomás recordaba lo que había aprendido de Geo y cómo cada figura necesita sus ángulos para brillar.

Después de varios días de aventura, finalmente encontraron todos los ángulos perdidos.

"¡Lo hicimos! ¡Los ángulos están de vuelta!" - exclamó Tomás emocionado.

La Princesa Ángulo los colocó en su lugar, y de repente, el planeta estalló en una luz brillante.

"Gracias, Tomás. Has traído alegría a mi reino" - dijo la princesa mientras bailaba feliz.

Tomás se sintió orgulloso. Había aprendido mucho sobre figuras geométricas, relaciones espaciales y cómo todo está conectado.

Poco después, Geo le dijo que era hora de regresar a su hogar.

"Siempre podrás volver. La Geometría es un universo infinito" - dijo Geo mientras abría el libro magico.

Tomás sonrió, sabiendo que había vivido una aventura increíble y había aprendido lecciones valiosas. Al llegar a su habitación, se acurrucó con el libro en su pecho.

Desde ese día, Tomás descubrió que cada día podía ser una nueva aventura al observar su entorno y seguir aprendiendo sobre el fascinante mundo de las figuras geométricas. Y así, el pequeño viajero espacial se convirtió en un experto en Geometría en su pequeño pueblo.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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