El viaje de Agüita


Había una vez en un pequeño arroyo, una gota de agua llamada Agüita. Agüita era una gota muy curiosa y siempre soñaba con recorrer diferentes lugares y vivir grandes aventuras.

Un día, mientras se deslizaba por el arroyo, Agüita escuchó a las nubes susurrando sobre un viaje emocionante que todas las gotas de agua debían emprender. "¿Qué será ese viaje tan especial del que hablan las nubes?", se preguntó Agüita intrigada.

Decidida a descubrirlo, Agüita se evaporó lentamente con la ayuda del sol y se transformó en vapor. Flotando en el aire, disfrutaba de las vistas desde lo alto y sentía la libertad de volar por los cielos.

Pero pronto sintió frío al subir más alto y comenzó a condensarse formando una nube esponjosa. "¡Vaya! ¡Esto es increíble!", exclamó Agüita maravillada ante su transformación. En la nube, Agüita se unió a otras gotas de agua y juntas bailaban al compás del viento.

Pero la diversión no duraría mucho tiempo, ya que pronto empezaron a chocar unas con otras formando gotas más grandes hasta caer finalmente como lluvia sobre un campo verde y fértil.

"¡Qué divertido es ser lluvia! ¡Puedo regar plantas y ayudar a crecer la vida!", expresaba emocionada Agüita mientras caía al suelo. Una vez en el suelo, absorbida por la tierra sedienta, Agüita penetraba profundamente nutriendo raíces y manteniendo vivo todo lo que tocaba.

Sin embargo, llegado el verano intenso, el calor abrazaba fuertemente al suelo haciendo que nuestra amiga evaporara nuevamente para convertirse en vapor. "Es parte del ciclo de la vida", reflexionaba sabiamente Agüita mientras ascendía hacia el cielo otra vez.

Pero esta vez algo diferente ocurrió: antes de convertirse en nube nuevamente, fue atrapada por una helada brisa invernal que transformó rápidamente nuestro personaje en cristales brillantes de nieve.

Descendiendo con gracia hacia la tierra cubierta de blanco manto invernal,"¡Wow! ¡Nunca imaginé ser nieve! Es hermoso", murmuraba asombrada nuestra protagonista. Agüita pasó días jugando como copos de nieve con sus compañeras hasta sentirse pesada por tantas capas acumuladas.

La primavera llegó entonces calentando la atmósfera e invitándola nuevamente a fundirse para dar paso al líquido estado original: ¡agua! Con cada cambio experimentado durante su recorrido por los distintos estados físicos del agua, nuestra valiente gota comprendió cuán importante era adaptarse a nuevas situaciones sin perder nunca su esencia ni olvidar su propósito vital: nutrir y mantener viva toda forma de vida en este mundo maravilloso lleno de sorpresas.

Y así fue como Agüita continuó surcando los cielos, cayendo como lluvia benéfica o nevando con alegría según fuera necesario para seguir cumpliendo su misión eterna junto a sus compañeras del ciclo del agua.

Y aunque muchas veces pudiera parecer insignificante individualmente; juntas eran poderosas e indispensables para hacer florecer cada rincón de nuestro planeta Tierra.

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