El viaje de Agustín hacia la amistad
Era un día soleado en el barrio de Agustín. Los niños jugaban en el parque y las risas llenaban el aire. Pero a Agustín no le daban ganas de reír. Había tenido una discusión con su mejor amigo, Martín. Todo había comenzado por un malentendido durante un juego de fútbol.
"- ¡No es justo, Martín! ¡Siempre te quedas con la pelota! - dijo Agustín, frunciendo el ceño.
"- Yo solo estaba ganando, Agustín. ¡No te enojes! - respondió Martín, intentando calmarlo.
Pero Agustín, sintiéndose menospreciado, empezó a gritar:
"- ¡Ojo por ojo y diente por diente! Si no me dejas jugar, yo tampoco jugaré contigo nunca más! - Y con eso, cerró la puerta de su casa con un fuerte golpe.
Agustín agarró su mochila y salió dando un portazo. No sabía a dónde ir, sólo quería alejarse de todo, de Martín y de su enojo. Caminó sin rumbo por el barrio, mientras pensaba en lo injusto que le había parecido todo.
Al cabo de un rato, se encontró en la plaza del centro, un lugar que normalmente amaba. Pero hoy, todo le parecía gris y aburrido. Se sentó en un banco y comenzó a observar a los otros niños. Todos jugaban y se divertían, riendo y compartiendo momentos felices. Una pequeña niña con un vestido amarillito, se acercó a él.
"- ¿Por qué estás tan serio? - le preguntó con curiosidad.
"- Tengo un problema con mi amigo, no quiero hablar con él. - contestó Agustín, sin ánimos.
La niña le sonrió y le dijo: "- A veces hay que dejar el orgullo de lado. En lugar de estar enojado, podrías hablar con él. Puede que solo haya sido un malentendido.
"- Pero yo quiero que él venga a pedirme disculpas primero - respondió Agustín.
La niña la miró con ternura y le dijo:
"- ¿Y si él también se siente mal? A veces, cuando se quiere mucho a alguien, es mejor dar el primer paso. ¿No quieres jugar?
Agustín se quedó pensando y se dio cuenta de que la niña tenía razón, pero no sabía cómo seguir.
Al final decidió volver a casa, pero en su mente había una nueva idea. Tal vez, si Martín lo veía jugando con otros, se daría cuenta de cuánto lo extrañaba. Así que mientras iba caminando, decidió volver al parque. Allí, se encontró con algunos amigos y empezó a jugar al fútbol. Pero su mente seguía pensando en Martín.
Martín, por su parte, se encontraba en su casa sintiéndose triste también. Había extrañado a Agustín y se había dado cuenta de que, aunque había ganado el juego, había perdido a su amigo. Finalmente, decidió que debía hacer algo. Agarró su bicicleta y se fue al parque, buscando a Agustín.
Cuando Martín llegó, vio a Agustín jugando con otros niños. Se sintió un poco nervioso, pero sabía que tenía que hablar con él. Así que se acercó, y justo cuando Agustín hizo un gol, exclamó:
"- ¡Agustín! ¿Podemos hablar? -
Agustín se volvió, sorprendido.
"- ¿Qué haces aquí? - preguntó de manera brusca.
"- Vine a pedirte disculpas. Creo que ambos hicimos cosas malas y me gustaría que volviéramos a ser amigos. - dijo Martín con sinceridad.
Agustín dudó por un instante. Recordó lo que le había dicho la niña en la plaza. Tal vez no había necesidad de más enojos. Así que exhaló profundo y respondió:
"- Yo también siento que esto no debe seguir así. Hicimos una tontería.
Martín sonrió, y así, ambos se dieron la mano, sellando su amistad de nuevo.
"- ¿Querés jugar al fútbol? - preguntó Martín, con energía.
"- ¡Sí! - dijo Agustín, sonriendo de nuevo, sintiendo que la alegría había vuelto a su corazón.
Y así, Agustín y Martín se unieron al juego una vez más. Aprendieron una valiosa lección: que a veces, lo más importante es saber disculparse y dejar atrás el enojo, porque la amistad siempre vale más que cualquier malentendido.
FIN.