El Viaje de Alejandro
Era una mañana soleada cuando Alejandro Domingue Bollo, un chico de doce años con sueños grandes y una personalidad aún más grande, se subió al auto familiar. A su lado estaban su mamá, que manejaba, y su hermana Sofía, que cantaba en voz alta. Hoy tenían un viaje especial: un torneo de baloncesto en el que Alejandro iba a arbitrar junto con otros jóvenes árbitros.
"- ¡Vamos, Sofía! ¡Cántalo bien!" dijo Alejandro, riéndose.
"- ¡Claro que sí! (canta una canción pegajosa) " respondió Sofía, moviéndose al ritmo de la música.
Alejandro tenía doble responsabilidad, además de ser árbitro, estaba preparándose para el examen para ser guardia civil. Era muy importante para él servir a la comunidad. Sin embargo, en el fondo de su corazón, también deseaba ser un gran jugador de baloncesto. Su mente estaba llena de pensamientos y preguntas.
Al llegar al lugar del torneo, vieron un montón de chicos y chicas entusiasmados corriendo de un lado a otro. Pero, algo no estaba bien. Un grupo de jugadores comenzó a pelear por un malentendido. Alejandro no podía creer lo que veía.
"- ¡Ay, no! Esto no puede pasar!" exclamó.
Recordó lo que su papá le había enseñado sobre la importancia de resolver los conflictos de manera pacífica. Se acercó a los jugadores y, con voz firme pero amable, dijo: "- ¡Hey! ¿Qué está pasando aquí? No se les permite pelear en el baloncesto, eso no es parte del juego. Hablemos de esto. "
Los chicos miraron a Alejandro, sorprendidos por su valentía. Uno de ellos, llamado Mateo, dijo: "- No es justo, me empujó cuando intentaba hacer mi jugada. "
"- ¿Y tú qué hiciste?" preguntó Alejandro.
"- Le grité y luego lo empujé. " admitió Mateo, sintiéndose culpable.
"- Miren, el baloncesto es un juego donde todos deben respetarse. Si ustedes se pelean, no solo pierden respeto, ¡sino también la oportunidad de disfrutarlo! ¿Qué tal si hacen un trato para resolverlo?" sugirió Alejandro.
Con un gesto de comprensión, los chicos decidieron hablar y arreglarlo. Así, Alejandro convirtió un momento tenso en una lección de cooperación. Fue una gran satisfacción para él ver cómo la tensión se disipaba y la diversión regresaba.
Después del incidente, llegó el momento de arbitrar. Como era la primera vez que lo hacía, sentía mariposas en el estómago. Estaba muy enfocado en ser justo y seguir las reglas. A medida que el juego avanzaba, se daría cuenta de que, con cada decisión que tomaba, se fortalecía su confianza.
A mitad del segundo tiempo, había un tiro libre en favor de un equipo. Alejandro observó atento. Cuando un jugador falló el tiro, el entrenador se enojó. "- ¡Eso fue falta!" gritó. Pero Alejandro, firme, respondió: "- No hay falta, solo fue un error. Así es el deporte. "
La tensión volvió a aparecer, pero esta vez, la decisión de Alejandro fue respetada. Los jugadores aprendieron que cometer errores es parte del juego y que hay que levantarse y seguir adelante.
Al final del partido, todos se acercaron a Alejandro y lo felicitaron por su desempeño.
"- ¡Gracias, Alejandro! Hiciste un gran trabajo como árbitro. " dijo un jugador.
"- ¡Sí! Sabías cómo mantener la calma. " agregó otro.
Alejandro se sintió feliz. Por un momento, había sido un líder. Mientras regresaban a casa, su mamá le preguntó: "- ¿Te gustó arbitrar?"
"- ¡Sí! Pero, creo que lo que más disfruté fue ayudar a los chicos a resolver sus diferencias. Quiero ser así de valiente y ayudar a los demás siempre, ya sea en la cancha o en un futuro como guardia civil. " respondió Alejandro.
Sus palabras resonaron en el aire. La aventura de Alejandro no solo trataba sobre baloncesto, sino sobre el poder de resolver conflictos y la importancia del respeto.
Y así, cada viaje, cada partido, y cada experiencia lo acercaban un poco más a sus sueños. ¿Quién dijo que un chico en el asiento trasero de un coche no podía hacer la diferencia? A veces, solo se necesita tener un poco de valor y ganas de ayudar.
Fin.
FIN.