El Viaje de Alexander
Había una vez en un tranquilo pueblo llamado Valle Verde, una joven llamada Alexander. No era una niña común, porque ella siempre había sentido que su alma era aventurera. A pesar de que la gente del pueblo la llamaba 'la soñadora', Alexander tenía una misión especial: encontrar una medicina mágica que podría ayudar a su padre, quien estaba enfermo desde hacía tiempo.
Un día, mientras exploraba la biblioteca de la abuela Rosa, encontró un antiguo mapa enrollado. Al desenrollarlo, sus ojos brillaron de emoción. "¡Esto nos llevará al Valle de la Esperanza!", exclamó, recordando las historias que le había contado su padre de cuando era joven.
Decidida a emprender su aventura, reunió sus cosas y se despidió de su madre.
"Mamá, voy a encontrar la medicina para papá. ¡Prometeme que te quedarás tranquila!" - dijo Alexander con determinación.
"Ten cuidado, hija. Sabes que el mundo es grande y a veces peligroso" - respondió su madre con un nudo en la garganta.
Sin perder tiempo, Alexander comenzó su viaje. La primera parada fue el Bosque Susurrante. Se decía que un sabio búho conocido como Don Búho guardaba el secreto de la medicina mágica.
Al llegar al bosque, Alexander escuchó los suaves murmullos de las hojas y de repente vio a Don Búho.
"Hola, pequeña aventurera. ¿Qué te trae por aquí?" - preguntó el búho con una voz profunda y amistosa.
"Busco medicina para mi papá. El mapa dice que tú sabes dónde encontrarla" - respondió Alexander, con sus ojos llenos de esperanza.
Don Búho se rasguñó la cabeza y dijo:
"Para encontrar la medicina, primero debes viajar al Monte de las Nubes. Pero necesitas un objeto especial para cruzar el río del tiempo. Aquí, toma esta pluma mágica; te ayudará a volar sobre las aguas" - le ofreció, y Alexander aceptó la pluma con gratitud.
Siguió su camino y, después de un rato, llegó al río del tiempo. Era un gran torrente que fluía con prisa.
"¡Oh, no sé cómo cruzar esto!" - se lamentó Alexander. Pensó en la pluma y recordó las palabras de Don Búho. Con fe, agitó la pluma y de repente, comenzó a levitar.
"¡Esto es increíble!" - gritó mientras sobrevolaba el río.
Después de aterrizar en la otra orilla, se encontró frente al Monte de las Nubes, que tocaba el cielo. Desde la cima, se decía que se podía ver el Valle de la Esperanza. Pero había un problema: la montaña estaba custodiada por un feroz león llamado Rey León.
"¿Qué haces aquí, pequeña? Este monte no es lugar para tí" - rugió el león, con su imponente figura y melena dorada.
Alexander, valiente como era, no se dejó intimidar.
"Vengo en busca de una medicina para mi papá. No te haré daño, solo deseo pasar." - dijo con firmeza.
El león se quedó en silencio, pensando. Finalmente, dijo:
"Si realmente amas a tu padre, demuéstramelo. Resuelve este acertijo: ¿qué es más fuerte que el viento pero más suave que una nube?" - pidió el Rey León.
Alexander pensó y pensó. Después de un rato, una sonrisa se dibujó en su rostro.
"¡Es el amor!" - exclamó.
El león asintió, satisfecho.
"Tienes razón. El amor es la fuerza más poderosa. Puedes pasar. ¡Ve y encuentra lo que buscas!" - dijo el león, dejándola seguir.
Finalmente, al llegar a la cima, Alexander pudo ver el Valle de la Esperanza. Con emoción a flor de piel, descendió y comenzó a buscar la medicina especial. Después de un rato, encontró una flor resplandeciente llamada "Flor de la Vida".
"¡La encontré!" - gritó con alegría.
Una sabia anciana apareció, sonriendo.
"Buena aventurera, esa flor tiene poderes mágicos. Pero recuerda, el verdadero poder está en tu amor por tu padre y en todo lo que hiciste para encontrarla." - le dijo.
Alexander le agradeció y regresó al pueblo con la medicina.
Al llegar, su madre la abrazó con lágrimas de alegría.
"Lo lograste, mi valiente. Tu papá estará bien ahora" - dijo con amor.
Y así fue como Alexander, la aventurera, demostró que con amor, valentía y determinación, se pueden alcanzar los sueños, y que la verdadera medicina está en nuestro corazón.
FIN.