El Viaje de Alexandra y Sara
En un hermoso barrio de Buenos Aires, vivía Alexandra, una madre muy trabajadora que soñaba con ser estudiante de medicina. Cada mañana, se despertaba con el ansia de sentir el amor de sus dos hijos, Sara de diez años y Selim de seis. Juntos, formaban una familia unida y llena de aventuras.
Un día, mientras organizaba su escritorio lleno de libros de medicina, sintió una alergia peculiar, pero esta no era a los pólenes, sino a los sentimientos.
"Mmmm, creo que me estoy resfriando de amor", pensó con una sonrisa.
Esa mañana, se acercó a Sara, que comía cereal en la mesa de la cocina.
"Hija mía, en estos momentos de mi vida necesito un consejo de tu parte. Estoy un poco desanimada con todo este estudio para entrar a la facultad. A veces, siento que no voy a poder lograrlo".
Sara, con su mirada curiosa, dejó de comer y respondió:
"Pero, mamá, ¡vos siempre me decís que no hay ninguna montaña que no se pueda escalar! Tal vez deberías organizarte mejor y dedicarle tiempo a cada cosa".
Alexandra sonrió.
"Tenés razón, mi amor. Tienes una sabiduría que me asombra. Pero necesito que me ayudes a hacer un plan. Tu hermano Selim también puede aportar".
Así que, después del desayuno, Sara fue a buscar a Selim.
"¡Selim! ¡Vamos a ayudar a mamá con su plan para estudiar medicina!"
Selim miró a su hermana y, con su voz melodiosa, dijo:
"¡Sí! Propongo que hagamos un cartel gigante en el que cada uno ponga su idea. Yo sé dibujar".
Sara sonrió a su hermano.
"¡Eso suena genial! Vamos a repartir las responsabilidades. Mamá necesitará tiempo para estudiar, así que podemos hacer un cronograma en el que nos turnemos para ayudar en casa y jugar después".
Los tres se pusieron a trabajar muy entusiasmados. Juntos, crearon un gran cartel que decía: "El Plan de Equipo Alexandra".
"Me encantan las ideas que han tenido. Vamos a trabajar en grupo. Por un lado, puedo estudiar con una hora de descanso en el medio, y por otro lado, ustedes ayudarán con las tareas y dejarán tiempo para divertirse juntos.
A medida que pasaban los días, el amor y la cooperación entre ellos creció. Sara y Selim organizaron juegos y momentos de diversión que motivaban a Alexandra, reforzando la unión familiar. Pero un día, cuando ya estaba por comenzar su primer examen de la facultad, un desafío inesperado se interpuso.
"Mamá, no quiero ir a la escuela hoy". Selim decía con cara de preocupación.
"¿Qué pasa, hijo?".
"No sé, supongo que tengo miedo de no jugar con mis amigos como antes".
Alexandra se agachó y miró a Selim a los ojos.
"Entiendo tu preocupación, pero recuerda lo que hemos aprendido juntos: el amor es una aventura. ¡Siempre podemos encontrar nuevas formas de divertirnos! Y además, te prometo que después de un día en la escuela, jugaremos a lo que vos quieras".
Selim sonrió con la idea de su juego en mente. Así fue como se convirtió en un pequeño campeón, aprendiéndose las lecciones y corriendo a jugar con sus amigos.
El día del examen llegó y Alexandra se sintió nerviosa. Con el anhelo de tener a sus hijos cerca, decidió que debía visualizar ese momento de amor que siempre le hacía sentir bien. En ese instante, recordó cómo Sara y Selim la habían animado, y eso la llenó de energía.
"Voy a hacerlo por ellos, y porque tengo sus corazones cerca de mí en todo momento".
Al finalizar el examen, sintió un profundo alivio. Al llegar a casa, se encontró con sus hijos esperándola, emocionados y listos para abrazarla.
"¿Cómo te fue, mamita?" preguntó Sara con gran expectación.
"¡Fue maravilloso! Sentí que estaban conmigo y eso me llenó de confianza".
Ese día, optaron por celebrar en familia. Jugaron, cocinaron juntos, y hasta compartieron historias sobre sus días.
Alexandra se dio cuenta de que su verdadero viaje no solo se trataba de alcanzar el sueño de ser médica, sino de disfrutar el camino junto a sus hijos, en donde cada paso, cada risa y cada aventura contaban. Ahora, más que nunca, sabía que el amor podía superar cualquier obstáculo y que juntos, siempre serían fuertes.
Cuando llegó la época de exámenes, Alexandra logró destacarse y cumplir su sueño de ser estudiante de medicina, mientras que Sara y Selim se convirtieron en sus cómplices.
Y así, los tres aprendieron una valiosa lección: el trabajo en equipo y el amor familiar pueden transformar cualquier sueño en realidad. De ese modo, el hogar se llenó de alegría, risas, y una conexión indestructible entre ellos.
FIN.