El viaje de Amélie por la diversidad francófona
Amélie era una niña con el pelo rojo como el fuego y ojos tan azules como el cielo. Vivía en un pequeño pueblo en Francia, donde su piel blanca resaltaba entre sus amigos de diferentes colores de piel.
Un día, la maestra de Amélie les contó sobre la diversidad de los países de habla francesa, y cómo cada uno era único en su cultura y tradiciones.
Amélie se emocionó al saber que existían lugares donde la gente era como ella, pero también diferentes en tantas maneras. Decidió emprender un viaje para conocer más sobre la diversidad francófona. Primeramente, visitó la Isla de la Reunión, donde conoció a niños con ojos negros y piel morena, quienes le enseñaron a bailar sega.
Luego, viajó a Quebec, donde se sorprendió al encontrar amigos con el pelo tan rojo como el suyo, que hablaban francés con un encantador acento.
Continuó su viaje hacia la Guayana Francesa, donde conoció a niños de piel oscura y ojos brillantes que le enseñaron a jugar al fútbol de la selva. Después, visitó Nueva Caledonia, donde hizo amigos con ojos azules y piel bronceada, quienes le mostraron la belleza de las danzas tradicionales kanak.
Con cada experiencia, Amélie aprendió sobre la riqueza de la diversidad y la importancia de celebrar las diferencias culturales. Al regresar a casa, compartió sus aventuras con sus amigos, inspirándolos a explorar y valorar la diversidad en su propia comunidad.
Desde entonces, Amélie se convirtió en un vínculo entre culturas, promoviendo la comprensión y la inclusión. Y así, su cabello rojo se convirtió en un símbolo de diversidad y amistad.
FIN.