El Viaje de Amistad de Ana y Tomás



Era un hermoso día en las montañas de Ecuador, el sol brillaba y las flores estaban en plena floración. Ana, una niña con un poncho colorido tejido por su abuela, estaba disfrutando de unas empanadas recién horneadas en su casa. "¡Qué rico!", decía Ana mientras mordía su empanada. "A veces me gustaría que el mundo entero probara estas delicias", pensaba.

Mientras tanto, al otro lado del mundo, en Japón, Tomás se preparaba para su día con su kimono azul. Se sentó a desayunar sushi con su familia, y sorbió un poco de sopa miso. "Esto es lo mejor, me hace sentirme como un verdadero samurái", decía mientras sonreía.

Un día, Ana recibía una carta inesperada. Era de Tomás, a quien solo había conocido por ilustraciones en libros de cuentos. La carta decía: "Hola, Ana. Soy Tomás, desde Japón. Me encantaría conocer más sobre tu cultura y tus empanadas. ¿Podemos ser amigos?" Ana, emocionada, respondió rápido: "¡Claro que sí, Tomás! Me encantaría mostrarte mi hogar y nuestras tradiciones."

Pasaron unas semanas y, usando un antiguo globo de aire caliente que su abuela había guardado, Ana decidió volar hasta Japón. Con la guía de un mapa, ella subió al globo y comenzó su viaje, cruzando océanos y montañas.

Cuando aterrizó en el jardín de Tomás, ambos se miraron con sorpresa. "¡Hola!", gritó Ana, mientras bajaba del globo. Tomás estaba igualmente emocionado. "¡Hola! No puedo creer que estés aquí, Ana!"

Después de un gran abrazo, Tomás llevó a Ana a conocer su casa. Ana estaba fascinada con los jardines de bonsáis y la tranquilidad del lugar. "¡Es tan hermoso! ," dijo Ana. "Y el sushi, ¡no puedo esperar para probarlo!"

Tomás llevó a Ana a un mercado local donde vendían sushi fresco. "¿Sabes hacer sushi?", le preguntó. "No, nunca lo he hecho antes, pero estoy dispuesta a aprender", respondió Ana con entusiasmo. Juntos decidieron comprar los ingredientes: pescado fresco, algas y arroz.

Mientras tanto, Ana había decidido que quería compartir sus secretos culinarios también. "¡Tomás, te invito a que hagamos empanadas!"

Fue así que una tarde, los dos se metieron en la cocina y comenzaron el desafío culinario. Al principio, todo salió mal. El arroz se quemó y las empanadas estaban más secas que la tierra en el desierto. Pero en lugar de desanimarse, ambos se reían. "Quizás la próxima vez salgan mejor", decía Tomás entre risas.

Después de varios intentos, por fin lograron hacer un plato rico que combinaba sushi y empanadas. Era una abominación culinaria, pero al menos sabían que lo habían hecho juntos. Saboreando su creación, Ana dijo: "Esto nos representa a los dos, nuestra amistad y nuestras culturas."

Pero un día, justo cuando estaban disfrutando de su creación, un gran viento sopló y el globo de aire caliente se desató de la cabaña. "¡No!", gritaron ambos corriendo tras él, pero se perdió en el horizonte. "No puedo volver a casa sin mi globo", dijo Ana, angustiada. Tomás, al ver la tristeza en la cara de Ana, tuvo una idea. "No te preocupes. Podemos construir otro globo juntos. Así aprenderemos sobre trabajo en equipo y nos divertiremos mientras lo hacemos!"

Y así comenzaron a reunir materiales: cañas de bambú, tela colorida y globos de papel. Aunque nunca habían hecho algo así antes, lo intentaron. El proceso fue complicado; se les pegaban las manos con el pegamento, se caían las piezas y hasta casi se les quema el nuevo globo. Pero a pesar de todo, no dejaron de reír y de trabajar juntos.

Una vez que el nuevo globo estaba listo, se despidieron de todos sus nuevos amigos en Japón. "¡Gracias por todo, Tomás! Esta amistad es el mejor viaje que he tenido", exclamó Ana. "Y tú también eres mi mejor amiga", respondió Tomás. Con el globo lleno de risas y recuerdos, Ana ascendió una vez más hacia el cielo, lista para regresar a su hogar.

Así, Ana y Tomás aprendieron que la verdadera amistad no solo se encuentra en la distancia, sino también en la capacidad de compartir, aprender y reír juntos. Desde aquel día, el viaje de amistad de Ana y Tomás nunca terminó, siguieron intercambiando cartas, recetas y sueños. Y cada vez, sus corazones se llenaban de alegría.

Siempre recordarían aquel verano, donde la unión de dos culturas creó la receta perfecta para la amistad.

FIN.

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