El Viaje de Amor



Había una vez un niño llamado Amor que soñaba con conocer el mundo. Con su mochila llena de sonrisas y una gran curiosidad en su corazón, decidió emprender un viaje.

Su primera parada fue un pueblo hermoso donde conoció a una niña llamada Alegría. Ella le dijo:

- ¡Hola, Amor! ¿De dónde vienes?

- Vengo de un lugar lleno de amor y amistad, y quiero conocer el mundo. ¿Tú también quieres viajar conmigo?

- ¡Claro! Pero antes debemos ayudar a los que están tristes aquí.

Amor y Alegría comenzaron a notar que, no muy lejos, había un grupo de niños que se veían desanimados. Se acercaron y Amor les preguntó:

- ¿Por qué están tan tristes?

- No podemos jugar porque sentimos miedo de lo que puede pasar, -respondió uno de los niños.

Amor se miró a sí mismo y dijo:

- ¡No necesitamos tener miedo! Vamos a decirle a ese miedo que no tiene poder sobre nosotros. ¿Les gustaría probar?

- Pero, ¿cómo lo hacemos? -preguntó otra niña, con un brillo de esperanza en sus ojos.

- Podemos enfrentar nuestro miedo juntos, -dijo Alegría. -Vamos a jugar a imaginar que somos valientes.

Así, comenzaron a jugar y en medio de la risa, el miedo se desvaneció como una nube de verano. Los niños empezaron a correr y a jugar, olvidándose por completo de su tristeza.

Con el corazón lleno de alegría, Amor y Alegría continuaron su camino.

La siguiente parada fue un bosque mágico, donde encontraron a un niño llamado Raiva. Él estaba sentado solo, con los brazos cruzados y una ceja fruncida.

- ¿Por qué estás tan enojado? -preguntó Amor.

- ¡Porque nadie me comprende! -exclamó Raiva.

- A veces todos sentimos rabia, pero eso no nos ayuda. ¿Qué te gustaría hacer para sentirte mejor? -propuso Amor.

- Quiero que me escuchen, pero no sé cómo hacerlo, -respondió Raiva.

Amor sonrió y dijo:

- Hablemos. Puedes contarnos lo que te molesta y quizás juntos encontremos una solución.

Raiva se sintió aliviado al compartir sus sentimientos. Al final, Amor y sus amigos lo animaron a expresar lo que realmente le importaba.

- Gracias, creo que puedo soltar mi rabia, -dijo Raiva, sintiéndose más ligero.

Después de ayudar a Raiva, los amigos se encontraron con un nuevo desafío: una niña llamada Tristeza que lloraba bajo un árbol. Amor se acercó a ella con cuidado.

- Hola, ¿puedo sentarme contigo? -preguntó.

- Está bien, -respondió Tristeza entre lágrimas.

- A veces, está bien sentir tristeza. Pero también podemos encontrar cosas que nos hagan sonreír, -sugirió Amor.

- No sé si hay algo que me haga sonreír... -dijo Tristeza, con la mirada perdida.

Amor pensó un momento y dijo:

- ¿Recuerdas lo que hicimos con Raiva? Hablemos sobre las cosas que te hacen feliz. Quizás te ayude a sentirte mejor.

- Bueno, me gusta mucho la música, -mencionó Tristeza con voz débil.

Amor y sus amigos le pidieron a Tristeza que cantara una canción. Poco a poco, al comenzar a cantar, su tristeza se fue desvaneciendo, como si la música la abrazara y llenara de luz su corazón.

Finalmente, Amor, Alegría, Raiva y Tristeza decidieron seguir juntos. Sus diferencias los hacían únicos, pero juntos eran más fuertes. Empezaron a viajar como un grupo, ayudando a todos los niños que encontraban en su camino, enseñándoles a enfrentar el miedo, la rabia y la tristeza con amor y amistad.

Así, Amor demostró que con una sonrisa, un buen juego, y la comprensión de los sentimientos, se puede transformar el mundo. Y sobre todo, que no estás solo cuando hay amigos a tu lado. Al regresar a casa, Amor miró hacia atrás y vio cómo las luces de sus nuevos amigos iluminaban el camino.

Desde ese día, Amor siguió viajando, llevando su mensaje de amor y esperanza a cada rincón del mundo, recordando siempre que los sentimientos a veces pueden ser complicados, pero siempre se pueden compartir y entender mejor, especialmente con amigos.

FIN.

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