El viaje de Antonia la Hormiga hacia la Felicidad



En un pequeño jardín lleno de flores y colores, vivía una hormiga llamada Antonia. Era una hormiga muy trabajadora, siempre ocupada recolectando comida para su colonia. Pero había algo que la hacía sentir inquieta. Todos sus amigos parecían felices, pero ella no podía evitar sentir que había algo más allá de su vida cotidiana.

Un día, mientras buscaba migajas junto a su amiga Clara, la hormiga mariposa, se atrevió a preguntarle:

"Clara, ¿qué es la felicidad para vos?"

"La felicidad es sentir el viento en mis alas y jugar entre las flores. ¿Y para vos, Antonia?" - respondió Clara, danzando en el aire.

Esto hizo que Antonia reflexionara. Decidió que tenía que encontrar su propia felicidad y no sólo la de su colonia. Así que, después de trabajar un tiempo extra, preparó su pequeño bolso y se despidió de sus amigas.

"¡Nos vemos luego, Antonia!" - gritaron sus amigas.

Antonia emprendió su aventura más grande. Caminó por el sendero del jardín, descubriendo nuevos lugares que nunca había visto antes. Pronto llegó a un arroyo brillante donde conoció a un viejo sapo llamado Don Ramón.

"Hola, joven hormiga. ¿Qué te trae por aquí?" - preguntó Don Ramón con una voz profunda y amistosa.

"Busco la felicidad, Don Ramón. No sé dónde encontrarla" - respondió Antonia.

Don Ramón reflexionó por un momento y le dijo:

"La felicidad no se encuentra, chiquita. La felicidad se construye. Pero te cuento un secreto: a veces hay que dejar lo conocido para encontrar lo que realmente buscamos."

Antonia agradeció al sapo y continuó su camino. Después de un rato, se encontró con una piña gigante que parecía tener un corazón.

"Hola, hormiga. Soy Piñón, el buen guardián de las frutas. ¿Qué deseas?" - habló con una voz dulce.

"Busco la felicidad, pero no sé dónde encontrarla. Y ya no encuentro el sentido de mi trabajo."

"A veces pensamos que la felicidad está lejos, pero a veces es más simple de lo que creemos. Cuéntame, ¿qué te hace feliz?" - dijo Piñón.

Antonia se puso a pensar. Recordó los momentos que disfrutaba: reír con sus amigas, ayudar a los demás, y sentir el sol en su espalda.

"Me gusta estar con mis amigas y ayudar a la colonia" - confesó.

"Entonces, ahí está tu felicidad. No en buscar lo que no tienes, sino en valorar lo que ya posees" - le dijo el guardián de las frutas.

Antonia sintió un calor en su corazón. Comprendió que no necesitaba viajar lejos para encontrar la felicidad, sino que podía cultivarla en su hogar, haciendo lo que más amaba.

Regresó al jardín con una sonrisa en su rostro, sus amigas la recibieron con abrazos.

"¿Dónde estuviste, Antonia?" - le preguntó Clara.

"Fui a buscar la felicidad y la encontré aquí mismo, en nuestro hogar" - respondió.

Desde entonces, Antonia se dedicó a crear momentos felices con sus amigas, organizando juegos y ayudando a la comunidad. Cada día, al final de su jornada, sentía en su corazón la felicidad floreciendo.

Y así, la hormiga Antonia aprendió que la felicidad no es un destino lejano, sino un viaje que comienza y se construye en cada pequeña acción y momento compartido. Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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