El Viaje de Antonio al Pasado
Antonio era un chico curioso que pasaba sus días en el barrio jugando con su tablet. Un día, mientras exploraba una aplicación de juegos antiguos, sintió un mareo y, de repente, ¡pum! Se encontró en un lugar muy diferente, rodeado de chicos que jugaban en la plaza.
"¿Dónde estoy?" - se preguntó Antonio, sorprendido mientras miraba a su alrededor.
"¡Hola!" - dijo un chico de cabello rizado. "Yo soy Luis, y vos sos nuevo por aquí, ¿verdad?"
Antonio asintió y rápidamente se hizo amigo de Luis, quien lo llevó a conocer a sus otros amigos: Bauti, Benja y Santi.
"Vení, te queremos mostrar algo, ¡es genial!" - dijo Santi, llevándolo a un grupo de chicos que jugaban con bolitas.
"¿Bolitas?" - repitió Antonio, intrigado.
Luis tomó una bolita y le mostró cómo lanzar. "Es fácil, tenés que hacer un tiro preciso. ¡Mirá!" - dijo mientras acertaba en el círculo dibujado en el suelo.
Antonio, emocionado, intentó hacer lo mismo pero falló la primera vez.
"No te preocupes, es cuestión de práctica" - lo animó Benja.
Después de varias intentos y risas, Antonio finalmente logró hacer un tiro impresionante. "¡Lo logré!" - gritó, saltando de felicidad.
Los amigos aplaudieron y decidieron enseñarle otro juego.
"¿Querés probar a saltar la soga?" - preguntó Bauti, mostrando una larga cuerda.
Antonio miró la soga, dudando un poco. "No sé si puedo..."
"Vení, lo mejor es intentarlo" - le dijo Santi. Así que se tomó valor y, con la ayuda de sus amigos, comenzó a saltar al ritmo de sus risas.
Ya a esa altura del día, Antonio se sentía parte del grupo. Luego, comenzaron a jugar a la mancha, a correr y atrapar a los demás mientras se llenaban de carcajadas.
Finalmente, decidieron jugar al tejo en la plaza de tierra, usando pequeñas piedras para lanzarlas.
"El que llegue más lejos gana!" - dijo Benja, mientras lanzaba su tejo con toda su fuerza.
Antonio aprendió rápidamente y, al final del día, ya se sentía como un experto.
"¡Qué divertido!" - exclamó mientras todos se sentaban a descansar y compartir historias.
"Y lo mejor es que no necesitamos pantallas para divertirnos" - reflexionó Luis, mientras miraba a sus amigos.
Antonio sintió una gran felicidad al ver cómo se divertían juntos, lejos de las distracciones modernas. Pero mientras el sol comenzaba a ocultarse, un rayo de luz lo envolvió.
De repente, se sintió mareado de nuevo. "¡No! ¡No quiero irme!" - grito, pero todo se volvió oscuro. Al abrir los ojos, volvió a su habitación.
Miró la tablet, la cual seguía ahí, pero ya no le interesaba. Salió corriendo a buscar a sus amigos del barrio.
"Chicos, ¡juguemos a algo!" - gritó emocionado cuando vio a sus amigos en la plaza.
Los otros lo miraron extrañados. "¿A qué querés jugar?" - preguntó uno de ellos.
"A lo que sea, menos a la tablet. ¡Hoy quiero jugar a las bolitas!"
Los chicos lo miraron sorprendidos.
"¿Qué son las bolitas?" - preguntó uno.
Antonio sonrió y comenzó a contarles sobre su increíble aventura. Aunque sabían que era solo un sueño, estaban felices de intentarlo.
"Vení, enseñanos!" - dijo otro chico, y así, empezaron a crear recuerdos juntos.
Antonio se dio cuenta de que la diversión y la amistad no siempre requieren tecnología; a menudo está en lo simple, en los juegos de la infancia, y sobre todo, en compartir momentos con amigos.
Y así, desde aquel día, Antonio nunca volvió a mirar su tablet de la misma manera. Aprendió que la verdadera magia estaba en los juegos al aire libre con amigos, y que siempre era el momento perfecto para disfrutar de la vida.
FIN.