El Viaje de Autoconocimiento de Mateo y Lila



Era un día radiante en la ciudad de Buenos Aires. Mateo, un niño de diez años, estaba acostumbrado a jugar al fútbol en la plaza con sus amigos, sin preocuparse mucho por nada más. Mientras tanto, a unos kilómetros de allí, Lila, una niña del campo, pasaba sus días explorando la naturaleza y cuidando de los animales, pero sentía que algo le faltaba en su vida.

Un día, mientras caminaba hacia la plaza, Mateo escuchó una voz misteriosa que venía de un árbol. "¿Qué haces, Mateo?"- preguntó el árbol en tono juguetón.

"¿Cómo sabés mi nombre?"- se sorprendió Mateo.

"Soy el árbol de la sabiduría. He visto cómo juegas y te diviertes, pero veo que aún no te conocés del todo.

Mateo se quedó pensando, aterrado y a la vez intrigado. "¿Qué sabés de mí?"- preguntó curioso.

"Sé que en tu corazón hay un mundo de emociones y sueños que aún no has explorado. Te invito a un viaje en el que podrás conocerte mejor. ¿Te animas?"-

"¡Sí!"- gritó Mateo, entusiasmado.

Al mismo tiempo, Lila estaba en el campo con su fiel perrito, mientras soñaba despierta mirando las nubes. El viento sopló suavemente y algo mágico sucedió: una pequeña hada apareció ante ella.

"Hola, Lila. Soy el hada del autoconocimiento. He observado que cuidas bien de los demás, pero debes aprender a cuidarte a vos misma también.

Lila se quedó boquiabierta. "¿Cuidarme a mí misma? Yo siempre pienso en los demás primero..."-

"Eso está bien, pero no te olvides de tus propios sueños y deseos. Te invito a un viaje hacia tu interior. ¿Estás dispuesta?"-

"¡Claro que sí!"- respondió Lila con determinación.

Mateo y Lila, aunque lejos, se encontraron en un lugar mágico entre sus mundos, donde un camino brillante se extendía ante ellos.

"Bienvenidos, Mateo y Lila. Ambos están en la búsqueda de conocerse mejor. Para esto, deben atravesar tres pruebas"- dijo la voz de los guardanes del lugar.

La primera prueba era la de la valentía. Mateo y Lila debían cruzar un puente colgante apenas sostenido por cuerdas.

"Yo no puedo, tengo miedo a las alturas"- decía Mateo, temblando.

"Yo tampoco soy muy valiente, pero juntos podemos hacerlo"- le respondió Lila.

Mateo tomó aire y juntos empezaron a caminar, casi a tientas. A medida que avanzaban, se dieron cuenta de que el miedo se desvanecía con cada paso que daban. Al llegar al final, se miraron emocionados.

"¡Lo logramos!"- exclamó Lila.

La segunda prueba era la de la empatía. Se encontraron con un grupo de animales tristes.

"Debemos ayudarles a encontrar lo que les duele"- sugirió Lila.

"¿Cómo?"- preguntó Mateo.

"Escuchando sus historias. A veces, solo necesitan que alguien les preste atención"- respondió Lila.

Ambos se sentaron y comenzaron a hablar con los animales, descubriendo que todos tenían algo que contar. Al final, las sonrisas volvieron a los rostros de los animales.

"Nunca pensé que escuchar podía ser tan importante"- reflexionó Mateo.

La última prueba era la de la autoaceptación. En este desafío, cada uno debía mirar su reflejo en un río mágico.

"Mirá, hay tantas cosas que tampoco entiendo de mí"- dijo Mateo al ver su reflejo.

"Es normal, a veces nos perdemos en lo que los demás piensan de nosotros. Debemos aprender a querernos así como somos"- explicó Lila.

Ambos se sentaron a meditar sobre lo que vieron en sus reflejos y empezaron a nombrar cosas que les gustaban de sí mismos.

"Me gusta ser valiente"- dijo Mateo.

"Yo disfruto hacer reír a la gente"- contestó Lila.

Al final de su viaje, ambos se dieron cuenta de que se habían conocido mejor y que el autoconocimiento les había dado nuevas herramientas para enfrentar la vida.

"Gracias por ayudarme a conocerte, Lila. Creo que ahora entiendo que conocerme a mí mismo es un viaje continuo"- dijo Mateo.

"Y a mí también, Mateo. Aprendí que está bien soñar y buscar lo que quiero"- finalizó Lila, sonriendo.

Con nuevas amistades y una gran lección en sus corazones, Mateo y Lila regresaron a sus hogares, listos para enfrentar el futuro con valentía y amor propio.

Y así, cada vez que miraban el cielo desde sus mundos, recordaban que dentro de ellos había un universo infinito por descubrir.

Y, aunque estaban lejos, sabían que siempre estarían conectados por ese viaje mágico.

FIN.

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