El viaje de Bartolito a la Luna



Había una vez, en lo profundo del bosque, un sapo llamado Bartolito. Desde que era pequeño, había escuchado historias sobre la luna y su increíble belleza.

Una noche, mientras observaba el cielo estrellado desde su charca, decidió que quería conocer a la misteriosa luna en persona. Con valentía y determinación, Bartolito emprendió su viaje hacia lo desconocido. En su camino, se topó con una serpiente astuta que se abalanzó sobre él con intenciones poco amigables.

Pero para sorpresa de Bartolito, la serpiente detuvo su ataque y le dijo:- ¡Alto ahí! ¿A dónde crees que vas tan apurado? Bartolito titubeó al principio, pero luego explicó cómo anhelaba conocer a la luna por sí mismo.

La serpiente se conmovió por la sincera búsqueda de Bartolito y decidió dejarlo seguir adelante sin hacerle daño.

Animado por este encuentro inesperado, Bartolito continuó caminando hasta llegar a un claro del bosque donde divisó un majestuoso águila posada en una rama alta.

El sapo sintió temor al acercarse a semejante criatura imponente, pero el águila lo miró con curiosidad y le preguntó:- ¿Qué te trae hasta aquí, pequeño amigo? Bartolito relató su deseo de ver de cerca la hermosa luna y cómo la serpiente anteriormente le había permitido seguir con su travesía. El águila sonrió ante la determinación del sapo y ofreció llevarlo en sus garras para ayudarlo a alcanzar las alturas donde moraba la luna.

Juntos emprendieron vuelo hacia el cielo nocturno iluminado por las estrellas centelleantes. Sin embargo, cuando estaban cerca de su destino deseado, una densa nube negra cubrió repentinamente el firmamento impidiendo ver claramente a la luna.

Desilusionado pero no derrotado, Bartolito descendió junto al águila hasta regresar al bosque donde encontraron unas luciérnagas brillantes danzando entre los árboles. - ¡Hola amigos! - exclamó emocionado Bartolito -.

¿Podrían ayudarme a encontrar un lugar donde pueda ver claramente la luna? Las luciérnagas parpadearon en señal de afirmación y guiaron a Bartolito hacia un claro especial donde las ramas de los árboles dejaban espacio para admirar plenamente el resplandor lunar.

El sapo quedó maravillado ante tal espectáculo celestial y comprendió que cada paso dado en su aventura había sido crucial para llegar hasta allí. Agradecido con todos los amigos que había encontrado en su camino, Bartolito aprendió que trabajar juntos y mostrar bondad podía llevarlos más lejos de lo imaginado.

Desde ese día en adelante, el sapo Bartolito contaría historias sobre sus viajes bajo la luz plateada de aquella mágica luna que tanto ansiaba conocer; recordando siempre cómo una serpiente amable, un águila generosa y unas humildes luciérnagas habían sido parte fundamental en cumplir uno de sus más grandes sueños.

FIN.

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