El Viaje de Benito


Había una vez un conejo muy curioso llamado Benito. Todos los días, mientras saltaba y jugaba por el prado, se preguntaba qué habría al final del arcoíris.

Había escuchado muchas historias sobre tesoros escondidos y lugares mágicos que solo podían encontrarse allí. Un día soleado, después de la lluvia, Benito decidió embarcarse en una aventura para encontrar el fin del arcoíris. Se puso su sombrero favorito y comenzó a seguir los colores brillantes a lo lejos.

Saltaba de un lado a otro con entusiasmo, sin darse cuenta de que estaba dejando atrás a sus amigos. - ¡Esperen! ¡Voy a encontrar el fin del arcoíris! -gritó Benito emocionado.

Sus amigos zorrito y pajarita se detuvieron y lo miraron con preocupación. - ¿Estás seguro de que quieres ir solo? Podemos ayudarte -dijo zorrito. Pero Benito estaba tan obsesionado con su objetivo que no quería perder tiempo esperando a nadie más. - No hay tiempo que perder.

Los espero cuando vuelva con mi tesoro -respondió decidido mientras seguía corriendo hacia el horizonte. El camino no fue tan fácil como pensó Benito. Tuvo que trepar montañas altas, cruzar ríos caudalosos y sortear peligrosos desfiladeros.

Pero cada vez que parecía acercarse al final del arcoíris, este se movía aún más lejos. Después de varios días agotadores de búsqueda infructuosa, Benito comenzó a sentirse triste y solo.

Extrañaba a sus amigos y se dio cuenta de que había cometido un error al dejarlos atrás. - ¿Qué he hecho? -susurró Benito mientras se sentaba en una roca a descansar. En ese momento, una mariquita llamada Lucía voló hacia él y se posó en su hombro. - Hola, conejito.

He estado siguiéndote desde hace días. Pareces muy triste. ¿Puedo ayudarte? Benito miró a la mariquita con gratitud y le contó toda su historia.

Lucía escuchó atentamente y luego le dijo:- A veces, lo más valioso no está al final del arcoíris, sino justo aquí, a nuestro lado. Tus amigos te extrañan mucho y están preocupados por ti. Las palabras de Lucía tocaron el corazón de Benito.

Se dio cuenta de que había sido egoísta al buscar el fin del arcoíris sin pensar en cómo afectaría a los demás. Sin perder tiempo, Benito decidió regresar junto a sus amigos zorrito y pajarita. Cuando llegó al prado, los encontró esperándolo con los brazos abiertos.

- ¡Benito! ¡Estamos tan contentos de verte! -exclamaron sus amigos emocionados. Benito les pidió disculpas por haberlos dejado atrás y les explicó lo que había aprendido en su viaje. Zorrito y pajarita lo perdonaron rápidamente y prometieron nunca separarse nuevamente.

Desde ese día, Benito entendió que la verdadera felicidad no estaba en encontrar tesoros escondidos o lugares mágicos, sino en compartir momentos especiales con los amigos.

Juntos, siguieron saltando y jugando por el prado, disfrutando de la belleza del arcoíris sin importar si llegaban a su fin o no. Y así, vivieron felices para siempre. El conejo curioso aprendió una valiosa lección: que la amistad y el amor son los verdaderos tesoros de la vida.

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