El viaje de Beto y la estrella perdida



Había una vez en un pequeño pueblo el niño Beto, que soñaba con ser un explorador. Sus amigos siempre decían: "¡Beto, tus sueños son como globos en el cielo!". Un día, mientras jugaba en el jardín, notó que una estrella brillaba débilmente entre las nubes. Era como un faro perdido en la oscura noche.

"¡Mirá eso!" exclamó Beto, "¿Por qué estarán tan tristes las estrellas?". Su amiga Lila le respondió con voz suave, como un susurro del viento: "Quizás necesitan ayuda, Beto. Vamos a descubrirlo juntos".

Con su mochila llena de sueños y un mapa hecho a mano, Beto y Lila se aventuraron hacia el bosque. El camino era difícil, lleno de ramas que parecían brazos tratando de detenerlos, pero ellos continuaron.

"¡No podemos rendirnos!" dijo Beto, haciendo una anáfora de su determinación.

"¡No! Si hacemos una pausa, la estrella se apagará, ¡no podemos dejar que eso pase!".

Después de horas de caminata, llegaron a una gran montaña. Las rocas se alzaban como gigantes que guardaban un secreto. Lila miró hacia el cielo y dijo: "Esta montaña es la antítesis de nuestro deseo, ya que nos cierra la entrada a las nubes, pero a la vez, es la solución para alcanzarlas".

Sin desanimarse, treparon con valentía. La vista desde arriba era deslumbrante; el cielo se extendía como un mar infinito. Beto cerró los ojos por un momento, shouted, "¡Estamos más cerca que nunca!". En ese instante, la estrella parpadeó con fuerza, como un niño riendo de felicidad.

Sorprendidos, se dieron cuenta de que la estrella les estaba guiando. En el centro de la montaña, encontraron un pequeño lago que reflejaba toda la belleza del universo. El agua parecía hablarles con la voz cristalina de un cuento de hadas:

"¡Bienvenidos, viajeros! Soy el espejo del alma de las estrellas. Aquí encontrarán su deseo".

Beto, lleno de curiosidad, se asomó y soñó en voz alta:

"Quiero que las estrellas nunca se apaguen".

Lila, observando el lago, dijo:

"Quiero ser parte de esta aventura siempre".

El lago brilló intensamente, y de repente, cada estrella comenzó a descender. Era una lluvia de luz que llenó el bosque de colores. Era tan impresionante que parecía una hipérbole de belleza.

Al regresar al pueblo, Beto y Lila sabían que tenían una tarea importante: cuidar del cielo y contarle a todos sobre su aventura. Desde aquel día, siempre miraban al cielo, recordando que los sueños son como esas estrellas: todos pueden brillar si uno cree en ellos.

La relación entre Beto y Lila se fortaleció, y aunque ambos tomaron caminos diferentes en la vida, siempre se recordaban como dos valientes exploradores que un día salvaron a una estrella perdida en el bosque.

FIN.

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