El viaje de Chimo el Chimpancé
Había una vez, en una selva muy lejana, un pequeño chimpancé llamado Chimo. Chimo era un chimpancé juguetón y curioso, pero un día, mientras exploraba la selva, se lastimó una pata. Aunque sus amigos, los otros animales, intentaron ayudarlo, Chimo no podía brincar y jugar como antes. Su tristeza era tan profunda que su risa se apagó.
Un día, un grupo de científicos llegó a la selva con un laboratorio especial que había sido creado para ayudar a los animales heridos. Los científicos, al ver a Chimo, decidieron ayudarlo. Mientras lo llevaban al laboratorio, Chimo se sentía asustado y confundido.
"¿Qué me van a hacer?" - pensó Chimo, mientras miraba hacia atrás y veía cómo sus amigos lo seguían con preocupación.
Al llegar al laboratorio, Chimo vio luces brillantes y muchos instrumentos extraños. Una doctora amable llamada Valeria se acercó a él y le dijo:
"No te preocupes, Chimo. Estamos aquí para ayudarte. Vamos a curar tu pata y podrás volver a jugar con tus amigos a la selva."
"¿De verdad?" - preguntó Chimo, un poco escéptico.
"¡Claro! No te dolerá y será rápido. Solo tienes que ser valiente." - respondió Valeria con una sonrisa.
Chimo respiró hondo y decidió confiar en ella. Los científicos le dieron algo a beber que lo hizo sentir muy relajado. En un abrir y cerrar de ojos, la doctora Valeria había curado su pata. Cuando Chimo despertó, todo había salido bien.
"¡Hurra! Tu pata está sanando perfectamente. Ya puedes intentar caminar" - dijo Valeria.
Chimo se levantó despacito, y para su sorpresa, podía moverse mejor que nunca.
"¡Qué bien!" - gritó, llenándose de alegría. "¡Voy a volver a jugar con mis amigos!"
Los animales de la selva hicieron una fiesta para celebrar su recuperación. Chimo se sintió feliz de volver a correr y jugar. Pero, un día notó que algunos de sus amigos no podían jugar como antes porque había un arroyo cerca que se llenaba de barro después de las lluvias. Los otros animales no podían cruzar al otro lado para jugar.
Chimo, recordando lo que los científicos le habían enseñado sobre la importancia del trabajo en equipo, tuvo una idea.
"¿Por qué no hacemos un puente?" - propuso a sus amigos.
"¿Un puente? Esa es una gran idea, Chimo!" - exclamó su amiga la iguana, Pía.
Entonces, junto con todos los animales de la selva, se pusieron a trabajar. Trajeron ramas, lianas y piedras. Chimo lideró el proyecto, explicando a cada uno qué hacer.
"Vamos, necesitamos más ramas aquí y más piedras allá. ¡Juntos podemos lograrlo!" - animaba Chimo mientras sus amigos trabajaban.
Días después, el puente estaba listo. Todos cruzaron con alegría y celebraron su nuevo acceso a un mundo donde podían jugar juntos.
"Gracias, Chimo! Sin vos esto no hubiera sido posible" - dijeron todos los animales.
"Lo hicimos juntos. ¡Siempre es mejor trabajar en equipo!" - respondió Chimo con una gran sonrisa.
Y así, Chimo no solo había sanado su pata, sino que también había aprendido el valor de la cooperación. Volvió a ser el chimpancé juguetón que siempre había sido, y ahora, era un líder sabio entre sus amigos. Vivieron muchas más aventuras juntos, cuidándose unos a otros y celebrando la amistad.
Desde aquel día, Chimo promovía la necesidad de cuidar el entorno y ayudarse mutuamente. En el corazón de la selva, todos aprendieron que, aunque a veces te caigas, siempre hay una forma de levantarte, incluso si eso significa recibir ayuda de otros.
FIN.