El Viaje de Cielo y sus Amigos
En un pequeño pueblo de Venezuela lleno de colores y alegría, vivía una niña llamada Cielo. Cielo tenía un gran sueño: quería tocar las estrellas. Nadie en el pueblo podía ayudarla, pero su madre siempre le decía: "Cielo, los sueños son como las estrellas, algunos son difíciles de alcanzar, pero no hay nada imposible si perseveras".
Un día, mientras jugaba en el parque, Cielo conoció a dos amigos: un pájaro azul llamado Esperanza y un conejito llamado Amor. Juntos, decidieron ayudar a Cielo a cumplir su sueño.
"¡Vamos a construir un cohete!"- exclamó Amor con sus grandes ojos brillando de emoción.
"¡Sí, un cohete!"- respondió Esperanza.
"Pero, ¿cómo construiremos un cohete sin materiales?"- preguntó Cielo, un poco desanimada.
"Podemos usar cosas que encontremos en el pueblo"- sugirió Amor.
"Exacto, ¡la creatividad es la clave!"- agregó Esperanza.
La tarde comenzó y los tres amigos fueron de casa en casa pidiendo materiales. En la primera casa, una abuela les dio cartones, en la segunda, un niño les regaló botellas vacías y, en la última, un viejo les compartió sus herramientas.
Una vez que tuvieron todo lo necesario, se pusieron a trabajar.
"Necesitamos hacer nuestras alas bien fuertes"- dijo Cielo mientras armaba el fuselaje.
"¡Y también un motor!"- gritó Esperanza.
"¡Yo puedo hacer el motor!"- agregó Amor.
Con el paso de los días, el cohete fue tomando forma y los amigos no se rendían, aunque a veces se sentían cansados.
"¿Lo lograremos, Cielo?"- preguntó Amor un día, con una sonrisa que ocultaba un poco de miedo.
"Claro que sí. Recuerden que lo importante es intentarlo y aprender en el proceso"- contestó Cielo, tratando de transmitirles confianza.
Después de semanas de trabajo, llegó el gran día.
"¡Estamos listos!"- gritó Esperanza, mirando el cielo.
"Sí, ¡es hora de despegar!"- añadió Amor, saltando de emoción.
Los tres amigos se subieron al cohete hecho de cartón y botellas, y comenzaron su cuenta regresiva.
"¡Tres, dos, uno, despegue!"- gritaron. Con una gran risa y un impulso de fe en ellos mismos, el cohete, por supuesto, no se movió.
"¿Qué pasó?"- se preguntó Amor, confundido.
"Quizás no necesitábamos ir al espacio, sino simplemente dejar volar nuestra imaginación"- respondió Cielo.
Los tres amigos se miraron y comenzaron a reír.
"¡Eso es cierto!"- rió Esperanza.
"Podemos tocar las estrellas desde aquí mismo con nuestra imaginación"- agregó Amor.
Y así fue como, en lugar de un viaje físico, decidieron crear su propia aventura en la tierra.
Cielo empezó a contar historias de cómo serían las estrellas y Esperanza cantaba hermosas canciones del cielo. Amor, con sus saltos y movimientos, hacía que todo cobrara vida.
El pueblo, curioso al escuchar las risas y canciones, comenzó a unirse a ellos, creando un mágico momento compartido.
"Miren lo que hemos hecho juntos"- dijo Cielo, rodeada de sus nuevos amigos.
"¡Es un espectáculo de luces y risas!"- exclamó Amor.
"Gracias, Cielo, por recordarnos que a veces, el viaje es mejor que el destino"- dijo Esperanza, sonriendo.
Desde aquel día, Cielo y sus amigos aprendieron que la verdadera aventura estaba en compartir, en reír juntos y en hacer que los sueños, aunque diferentes, se hicieran realidad con amor y creatividad. Así, cada noche miraban las estrellas desde el parque, sintiéndose felices y llenos de esperanza por todo lo que vendría a continuación.
FIN.