El Viaje de Coco el Caracol



Era un hermoso día en el Jardín de las Flores Brillantes, donde los colores vibraban y las mariposas danzaban felices entre los pétalos. Entre todas las criaturas del jardín, había un caracol llamado Coco, que se sentía diferente a los demás. Mientras su amigo, el saltamontes Maxi, brincaba y se movía rápido, Coco soñaba con viajar más allá de su pequeño rincón.

Un día, durante un soleado almuerzo, Coco decidió compartir su deseo.

"¡Maxi! Quiero conocer el otro lado del jardín, ¿te gustaría venir conmigo?"

"Pero Coco, ¡sos un caracol! No podés moverte tan rápido como yo. Podría ser peligroso."

"Lo sé, pero quiero ver el arcoíris que dicen que brilla cerca de la gran roca. ¡Tal vez haya aventuras esperándome!"

Maxi, aunque dudaba, vio la determinación en los ojos de su amigo. Así que, después de pensarlo un poco, dijo:

"Está bien, Coco. Te acompañaré. Pero recordá, no podemos alejarnos demasiado y debemos cuidarnos."

Coco sonrió felizmente. Empezaron su viaje a paso de caracol, disfrutando de cada hoja y cada gota de rocío. En el camino, escucharon a las ranas croar y a los pájaros cantar, todo parecía encantador. Pero cuando llegaron a la sombra de un gran árbol, se encontraron con un obstáculo inesperado: un arroyo que separaba el jardín.

"¿Y ahora qué hacemos?" preguntó Coco, mirando el agua cristalina que corría rápidamente.

"Tal vez podamos buscar una manera de cruzar. Vamos a ver si encontramos algo que nos ayude", sugirió Maxi.

Después de investigar un poco, encontraron un tronco caído.

"¡Mirá, Coco! Podemos usar este tronco como puente."

"¡Sí, es perfecto!" respondió Coco, emocionado.

Cruzaron con cuidado, siempre apoyándose mutuamente. Al llegar al otro lado, se encontraron con un paisaje aún más hermoso del que habían imaginado. Pero de repente, el cielo comenzó a nublarse.

"¡Rápido, Coco! Tenemos que encontrar un lugar donde refugiarnos de la lluvia!" gritó Maxi.

"¡Allí, debajo de esa hoja gigante!" exclamó Coco, señalando un refugio natural.

Cuando la tormenta pasó, el sol volvió a brillar, y un arcoíris espléndido apareció en el cielo.

"¡Lo conseguimos, Coco!" dijo Maxi, feliz.

"¡Es hermoso! Nunca había visto algo así", se maravillo Coco.

Algo a lo lejos atrajo la atención de Coco.

"¿Ves esa flor brillante? ¡Quiero acercarme!"

"Cuidado, Coco. ¡Podría ser peligroso!" alertó Maxi, pero Coco, decidido, comenzó a deslizarse hacia la flor.

Mientras se acercaba, no se dio cuenta de que había una pequeña abeja esperando.

"¡Hola, pequeño caracol! ¡Debes tener cuidado! La flor con la que quieres jugar puede ser peligrosa. A veces, lo que parece hermoso puede ser venenoso."

Coco se detuvo en seco y miró a Maxi.

"¡Gracias, abeja! ¡Casi me meto en problemas!"

"Siempre es mejor preguntar antes de acercarse a algo nuevo", aconsejó la abeja.

Decididos a no rendirse, Coco y Maxi siguieron su camino. Después de un rato, encontraron un campo lleno de flores, y entre ellas, los rayos del sol creaban un espectáculo difícil de describir.

"¡Mirá cómo brillan!" dijo Coco con alegría.

"Esto fue lo mejor que hemos hecho juntos. Me alegra haber venido contigo", comentó Maxi.

Al atardecer, comenzaron el regreso a casa. Ahora, no solo tenían historias que contar, sino también una amistad más fuerte.

"Prometeme que seguirás explorando, aunque sea despacito", dijo Maxi.

"Lo prometo, Maxi. ¡Hay un mundo entero por conocer!"

Y así fue cómo Coco, el caracol, aprendió que a veces los sueños requieren valentía, compañía y prudencia, y que cada paso dado con amor y cuidado puede llevarte a vivir las aventuras más sorprendentes de tu vida. Desde ese día, nunca dejó de explorar, ni de soñar con todos los maravillas que aún le esperaban en el jardín y más allá.

FIN.

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