El Viaje de Colores



En un pequeño pueblo rodeado de montañas, había un niño llamado Lucho que siempre soñaba con una aventura. Lucho amaba las flores porque, al igual que él, siempre buscaban el sol. Un día, mientras paseaba por el campo, vio aparecer un arcoíris brillante que se extendía por el cielo. Sin pensarlo dos veces, se propuso seguirlo.

"¡Voy a encontrar el final del arcoíris! Tal vez haya un tesoro ahí", se dijo emocionado.

Mientras caminaba, Lucho se dio cuenta de que cada paso lo llevaba a un hermoso campo de flores. Las flores parecían bailar con la brisa, y él sonrió, sintiendo felicidad en su corazón.

"¡Miren cuántas flores!", gritó Lucho mientras tocaba los pétalos de los colores más brillantes.

Pero, de repente, el cielo se nubló, y una ligera lluvia comenzó a caer. Lucho se sintió un poco triste y nostálgico, recordando que nunca había visto a su amigo Mateo, que se había mudado a otra ciudad.

En ese momento, se escuchó un suave murmullo, como si las flores le hablaran.

"No te preocupes, Lucho. A veces la tristeza viene y va como las nubes, pero siempre trae algo bello después", dijo una flor violeta.

Ese consejo le recordó a Lucho que, en casa, su mamá siempre le decía que después de la lluvia siempre salía el sol.

"¡Cierto!", dijo Lucho, sintiéndose un poco mejor. "Voy a seguir mi camino hacia el arcoíris y no dejaré que la tristeza me detenga."

Continuó caminando y, al llegar a la cima de una montaña, se encontró con algo increíble: un grupo de niños tocando instrumentos y cantando. Era una fiesta llena de alegría y música.

"¡Hola! ¿Quieren unirse a nosotros?", preguntó una niña de pelo rizado.

Lucho se llenó de felicidad al ver esa escena. No solo había encontrado el arcoíris, sino también amigos. Se unió a ellos y comenzaron a tocar juntos. Las risas y el canto llenaron el aire, y Lucho olvidó por completo su tristeza.

Pero luego, de repente, un niño dejó caer su tambor, y todos se quedaron en silencio. El llanto de un pequeño se escuchó entre la música. Lucho, al ver esto, recordó las palabras de la flor y decidió ayudar.

"¡No te preocupes! A veces duele perder algo, pero podemos hacerlo mejor juntos", propuso Lucho mientras se acercaba al niño que lloraba.

Entonces, los otros niños lo siguieron. Juntos, crearon una melodía para consolar al niño, uniendo risas y llantos en una hermosa canción.

"Gracias, amigos. ¡Ahora me siento mucho mejor!", dijo el niño entre sonrisa y lágrimas.

Lucho comprendió que la felicidad y la tristeza son como el sol y la lluvia, que a veces jugamos a ocultarse, pero son parte de la vida. Volviendo a casa ese día, Lucho se sintió más fuerte y entendido.

"A veces llorar no es malo, ni sentir nostalgia. Pero siempre hay flores que nos recuerdan la felicidad, y canciones que nos unen como amigos", reflexionó mientras el sol comenzaba a brillar detrás de las montañas.

Desde ese día, Lucho aprendió que cada sentimiento tiene su lugar en el corazón, y que la música y los amigos pueden hacer que incluso los días nublados sean especiales. Y así, cada vez que veía un arcoíris, sabía que era un recordatorio de vivir plenamente cada emoción con alegría y amor.

FIN.

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