El Viaje de Colores con Martina



Había una vez un Monstruo de Colores muy especial, que en lugar de vivir en un solo lugar, le encantaba viajar por las casas de los y las nenas del jardín.

Este monstruo era diferente a todos los demás: en lugar de asustar, él traía alegría y diversión a dondequiera que fuera. Un día soleado, el Monstruo de Colores decidió emprender un nuevo viaje y llegó a la casa de Martina, una niña curiosa y valiente.

Al principio, Martina se asustó al ver al monstruo entrar por su ventana, pero pronto se dio cuenta de que no tenía nada que temer. "¡Hola! Soy el Monstruo de Colores y vengo a traerte aventuras increíbles", dijo el monstruo con entusiasmo.

Martina sonrió emocionada y juntos comenzaron su viaje por mundos mágicos y emocionantes. Descubrieron bosques encantados llenos de hadas amigables, nadaron con delfines juguetones en el fondo del mar e incluso volaron entre las estrellas en el cielo nocturno.

"¡Esto es increíble!", exclamó Martina maravillada mientras volaban entre las nubes.

El Monstruo de Colores le explicaba todo lo que veían con detalle, enseñándole sobre la importancia del respeto a la naturaleza y la amistad con todas las criaturas del mundo. Pero no todo sería tan sencillo. En medio de su travesía, se encontraron con un Dragón Malvado que intentaba sembrar caos y destrucción en el reino.

Martina sintió miedo ante esta amenaza, pero el Monstruo de Colores le recordó lo valiente que era y juntos idearon un plan para detener al dragón. Con astucia e ingenio lograron engañar al Dragón Malvado haciéndole creer que habían encontrado un tesoro aún más grande que él mismo.

El dragón cayó en la trampa y huyó despavorido, dejando atrás paz y armonía en el reino. "¡Lo logramos!", exclamó Martina feliz abrazando al Monstruo de Colores.

Después de esa gran aventura, Martina comprendió la importancia del valor, la amistad y la solidaridad. Aprendió a enfrentar sus miedos con valentía y siempre recordaría al Monstruo de Colores como su amigo inseparable.

Y así, el Monstruo siguió su camino llevando alegría a cada rincón donde iba mientras enseñaba importantes lecciones a todos los niños y niñas del jardín sobre amor, amistad e imaginación infinita.

FIN.

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