El Viaje de David y la Monedita Mágica



Había una vez un niño llamado David que vivía en una pequeña ciudad llena de colores y risas. Un día, mientras jugaba en el parque, encontró una monedita brillante. "¡Mirá, mamá!" - exclamó David con emoción. "Es una monedita mágica, ¡seguro que puede hacer maravillas!" - su mamá le sonrió. "Quizás, David, pero lo más importante es saber cómo usarla bien."

David decidió llevar la monedita a la feria, donde había muchos juegos. Al llegar, se encontró con un extraño vendedor que decía tener una máquina para hacer deseos. "¿Querés probar? Solo necesitás una monedita."

David, emocionado, le dio la monedita. Pero en vez de un deseo, la máquina hizo un ruido extraño y comenzó a lanzar monedas por todos lados. "¡Oh no!" - gritó David, mientras las monedas caían.

El vendedor se rió. "Esa no es forma de usar una monedita mágica. Necesitás saber dónde va tu dinero."

Confundido, David se sentó en un banco. Ahí conoció a un anciano sabio. "Hola, pequeño. Veo que te preocupa algo."

"Sí, encontré esta monedita, pero no sé cómo usarla. El vendedor dijo que no estaba bien. ¿Qué debo hacer?" - preguntó David.

El anciano sonrió y le explicó. "Verás, los gobiernos necesitan dinero para ayudar a todos. Eso se llama impuestos. Cuando pagamos impuestos, hacemos que la ciudad tenga parques, escuelas y hospitales. Todo lo que disfrutamos. Pero si nadie pagara, todo eso se perdería."

David pensó un momento. "¿Y si no se pagan los impuestos?"

"Si no se pagan, las cosas no funcionarán. Las calles estarán llenas de baches y no habrá juguetes nuevos. La gente no entenderá lo importante que es ayudar a los demás."

A la mañana siguiente, David decidió que debía usar su monedita de manera que ayudara a su comunidad. Recordó los juguetes rotos en el parque y los animales que necesitaban alimento. Así que fue al mercado y se puso a vender limonada. "¡Limonada fresca!" - gritó. Pidió a sus amigos que lo ayudaran.

Juntos, recaudaron muchas moneditas y compraron juguetes nuevos y comida para los perritos de la calle. Cuando terminó el día, David volvió a ver al anciano. "¡Mirá lo que hicimos!" - dijo orgulloso.

"Fantástico, David. Así se usa bien una monedita. ¡Hiciste algo mágico al ayudar a otros!"

Sin embargo, David recordó algo que había oído. "Los políticos a veces roban dinero del gobierno, ¿eso es cierto?" - preguntó con curiosidad.

El anciano suspiró. "Sí, algunos lo hacen, y eso no está bien. Pero cada vez que hacemos algo bueno y ayudamos, estamos construyendo un futuro mejor."

David pensó en esto y decidió que siempre ayudaría a su comunidad y aseguraría que todos usaran su dinero de manera responsable. Con su última monedita, decidió hacer un cartel en el parque, invitando a los niños a jugar y compartir.

"¡Vengan todos a jugar y a ayudar! Cuantos más seamos, mejor estará nuestra ciudad!" - gritó, con una sonrisa.

Y así, entre risas, juegos y muchas nuevas amistades, David no solo entendió el significado de su monedita, sino que también se convirtió en un héroe en su pequeña ciudad. Y desde aquel día, cada vez que alguien encontraba una monedita, sabían que podrían hacer algo especial con ella.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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