El Viaje de David y Rosa
En un hermoso rincón de Colombia, él, David, un hombre negro de composiciones fuertes y mirada seria, vivía en Medellín. Ella, Rosa, una mujer radiante de Cali, llenaba el aire con su risa contagiosa y dulzura. Aunque se amaban, sus personalidades eran completamente opuestas, como el sol y la luna.
Un día, mientras conversaban, Rosa dijo:
"David, ¿por qué no me cuentas sobre tu día? Sé que a veces te resulta difícil compartir tus pensamientos."
David, sin mirar a Rosa, respondió:
"No sé... no pasa nada interesante. Solo trabajo y vuelvo a casa."
Rosa sonrió y le tomó la mano con suavidad.
"Quizás podrías intentar contarme lo que sientes. A veces es bueno abrirse."
Pero David sentía que las palabras se le atascaban en la garganta. Sus emociones eran como un globo que nunca había construido, siempre esperando a explotar pero nunca lo hacía.
Cierta tarde, mientras caminaban por un parque, Rosa propuso una idea que cambiaría todo.
"¿Qué te parece si hacemos un viaje juntos? Solo tú y yo, a un lugar donde podamos desconectarnos de todo y ser nosotros mismos."
David, con un gesto de duda, respondió:
"No sé, Rosa. No soy bueno en esas cosas…"
Pero Rosa estaba decidida. Comprendía que la aventura podría hacer que David se abriera más. Entonces, una mañana, llenó una mochila con bocadillos, un mapa y mucha determinación. Sorpresivamente, David decidió acompañarla, aunque en su interior había dudas.
El viaje los llevó a un lago brillante montado en las montañas. Allí, el aire fresco y limpio les dio energía, pero David seguía siendo callado.
"Mirá ese hermoso pez, David. ¿No es increíble?" dijo Rosa al señalar al agua cristalina.
Él repitió, mirando el pez sin entusiasmo:
"Sí, se ve normal."
Dubidativa, Rosa se preguntó si su idea había sido mala. Sin embargo, se sentó junto a David y empezó a contarle cosas de su infancia, las aventuras que había vivido y lo que significaba para ella vivir un día lleno de risas.
"Cuando era chica, siempre soñé con viajar en barco y descubrir mundos nuevos. ¿No sería genial?"
David, quien antes estaba ausente, comenzó a escucharla. La chispa de la alegría en los ojos de Rosa lo tocó de una manera inesperada. Decidió abrirse, no del todo, pero lentamente:
"Nunca he pensado en eso. Solo hago lo que se espera de mí. Pero… me gusta escuchar lo que decís."
Rosa sonrió, feliz de que al menos una puerta se mostraba entreabierta. Así durante el día, mientras exploraban el lago, David comenzó a compartir pequeñas anécdotas, como que solía construir barquitos en su ciudad, pero nunca había tenido tiempo para salir con sus amigos porque siempre había trabajado.
"No sabía que te gustaba el agua", confesó Rosa.
Esa noche, sentados junto a la fogata, se sintieron más cercanos que nunca. Rosa le dio un abrazo a David, pero él se quedó tieso, recordando cómo nunca había estado realmente cómodo con ese gesto. Sin embargo, entonces escuchó:
"Para mí, un abrazo es como una historia, una forma de compartir sin palabras. No tienes que decir nada, solo sentir."
Las palabras de Rosa llevaron a David a replantearse todo. ¿Podría ser que había más allá del abrazo y la risa? En ese momento decidió intentarlo. Se acercó a Rosa y, con voz suave, dijo:
"Gracias por estar siempre aquí, aunque a veces no soy el mejor para expresar lo que siento."
Rosa, emocionada, le devolvió el abrazo, y esta vez David, aunque un poco incómodo, se permitió disfrutar de ese cálido momento.
Regresaron a casa con muchas historias que contar, y algo había cambiado. David empezaba a entender que abrir su corazón no significaba perder su esencia, sino más bien, enriquecerla. La dulzura de Rosa seguía brillando, y junto a ella, David comenzó a ser un poco más afectuoso, descubriendo la belleza en las pequeñas cosas, en los abrazos y risas compartidas.
Con el tiempo, se dieron cuenta de que sus diferencias no eran un obstáculo, sino una oportunidad para aprender el uno del otro.
"¿Ves, David? A veces, solo necesitas un pequeño empujón para descubrir algo nuevo de vos mismo."
Y así, en cada aventura, David y Rosa encontraron un equilibrio entre la dulzura y la fortaleza, aprendiendo que la amistad, el amor y la comprensión pueden unir el sol y la luna sin importar sus diferencias.
FIN.