El viaje de Diego Enrique


Diego Enrique era un niño curioso y lleno de energía que vivía en Madrid con su mamá, papá y abuela. Siempre había sentido curiosidad por su abuelo, quien vivía lejos en Venezuela.

Un día, mientras miraba las estrellas desde su ventana, Diego Enrique decidió que quería conocer a su abuelo y descubrir más sobre sus raíces.

- Mamá, papá, ¿por qué mi abuelo vive tan lejos? ¿Por qué no podemos ir a visitarlo? - preguntó Diego Enrique con tristeza en los ojos. - Hijo, tu abuelo vive lejos porque antes solía trabajar allí y ahora disfruta de su merecido descanso en Venezuela.

Pero podemos hacer algo especial para acercarnos a él - respondió su mamá con una sonrisa misteriosa. Esa noche, mientras Diego Enrique dormía profundamente, sus padres y su abuela prepararon una sorpresa especial para él. Al despertar al día siguiente, el niño encontró un mapa gigante extendido sobre la mesa del comedor.

- ¡Wow! ¿Qué es esto? - exclamó sorprendido Diego Enrique. - Es un mapa que te guiará en una emocionante aventura para conectar con tu abuelo en Venezuela.

Deberás seguir las pistas y resolver acertijos para llegar hasta él - explicó su papá emocionado. Sin dudarlo ni un segundo, Diego Enrique comenzó la búsqueda siguiendo las indicaciones del mapa.

Recorrió parques, plazas e incluso se aventuró por calles desconocidas en busca de las pistas que lo llevarían a su amado abuelo. Cada pista resuelta lo acercaba más a su objetivo y lo llenaba de emoción. Con ingenio y valentía superó cada desafío hasta llegar al destino final: la casa de su abuelo en Venezuela.

- ¡Abuelito! ¡Abuelito! ¡Soy yo, Diego Enrique! - gritaba el niño mientras corría hacia los brazos amorosos de su querido abuelo. El anciano hombre lo recibió con lágrimas en los ojos y lo abrazó fuertemente.

Habían pasado mucho tiempo separados pero ese momento valió todo el esfuerzo realizado por Diego Enrique para reunirse con él. Juntos compartieron anécdotas, risas y juegos recordando viejos tiempos. El corazón del pequeño latía con alegría al sentirse tan cerca de alguien tan importante para él.

Al finalizar el día, cuando llegó el momento de regresar a Madrid junto a sus padres y abuela, Diego Enrique sabía que esa experiencia había sido única e inolvidable.

Había aprendido el valor del esfuerzo, la perseverancia y la importancia de mantener viva la conexión familiar a pesar de la distancia física. Desde entonces, cada vez que miraba las estrellas desde su ventana por las noches recordaba aquel viaje increíble que lo llevó hasta donde estaba su querido abuelo en Venezuela.

Y supo que siempre habría un camino para estar cerca de quienes amamos sin importar cuán lejos puedan estar.

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