El viaje de Don Andes por la diversidad colombiana


Había una vez en Colombia, un país lleno de magia y diversidad, donde vivían 32 departamentos muy especiales. Cada uno de ellos tenía algo único que lo hacía especial, y juntos formaban un lugar maravilloso para explorar.

En la capital, Bogotá, vivía Don Andes, un señor muy alto y fuerte que siempre estaba rodeado de nubes. Él era el encargado de proteger a todos los demás departamentos con su imponente presencia.

Un día, Don Andes decidió reunir a todos los departamentos para celebrar la diversidad que los hacía tan especiales. "¡Amigos! ¡Es hora de mostrarle al mundo todo lo que nos hace únicos!", exclamó Don Andes desde lo alto de la montaña.

Los departamentos se emocionaron mucho y comenzaron a prepararse para el gran evento. Cada uno debía presentar algo representativo de su cultura y tradiciones.

Así fue como Antioquia llegó con su café aromático y sus hermosas flores; La Guajira mostró sus coloridos tejidos wayuu; Santander sorprendió con sus deliciosos bocadillos; y así sucesivamente, cada departamento mostraba lo mejor de sí mismo.

Pero cuando llegó el turno del departamento del Amazonas, todos se sorprendieron al ver que no traían nada material para mostrar. "¿Dónde están tus regalos?", preguntó curioso Valle del Cauca. "Nuestro regalo es invisible", respondió Amazonas misteriosamente. Y sin decir más, los habitantes del Amazonas comenzaron a entonar cantos ancestrales mientras danzaban al ritmo de la naturaleza.

De repente, una luz brillante iluminó todo el lugar y una cascada arcoíris apareció frente a ellos. Todos quedaron maravillados ante tanta belleza y sabiduría ancestral.

Fue entonces cuando comprendieron que cada departamento tenía algo valioso que ofrecer al mundo: su cultura, sus tradiciones, su historia. Y aunque eran diferentes en muchos aspectos, juntos formaban un país rico en diversidad y amor por su tierra.

Desde ese día en adelante, los 32 departamentos de Colombia siguieron trabajando juntos para preservar su riqueza cultural y natural, recordando siempre que la verdadera magia estaba en la unidad en la diversidad. Y así vivieron felices para siempre, compartiendo sus tesoros con el resto del mundo.

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